
-Dispárame -gritó Máximo, arrodillándose trabajosamente sobre el pavimento aún húmedo. Esa tarde había llovido más que en cinco siglos.
Su hermana -una pequeña de cinco años-, ubicada frente a él, lo observó con la mirada extraviada en pensamientos.
La esquizofrenia había terminado con él antes que la bala disparada por un arma que una niña no podía tener, ni tenía, alcanzara su frente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios anónimos serán eliminados. Gracias por su comprensión.