La primera vez que fue a un fin del mundo, Paula tenía cinco años, tartamudeaba, odiaba que su madre le pusiera vestidos y no disfrutaba de las fiestas, ni le asustaban los apocalipsis de turno. La fiesta de Nostradamus no estuvo muy animada, se acabó la comida, el vino y la década del noventa, pero no el mundo. Ahora Paula, casi adulta, ya no tartamudea y cuando la invitan a un fin del mundo, se disculpa diciendo que tiene otro fin del mundo ese mismo día. A Paula nunca llegaron a gustarle los apocalipsis, tampoco los vestidos.
Adriana Borja Enríquez (Ecuador)

Hermoso micro. Felicitaciones a la autora.
ResponderEliminarExcelente
ResponderEliminarMe encanta.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo, enhorabuena, Adriana. Por lo que veo el nivel del concurso ha sido muy alto.
ResponderEliminarPoca fluidez. Sin embargo, este cuento posee lo a los demás faltó: sarcasmo.
ResponderEliminarFe de errata: lo que a
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