Comité Editorial

23 de diciembre de 2012

Semana del 24 al 30 de Diciembre de 2012.

     Dionisio el Exiguo fue el primero: tras mucho rascar de cabeza y mucho calcular, resolvió que el nacimiento de Cristo se produjo en el año 752 después de la Fundación de Roma, año que determinó como el primero de la era cristiana. Sucedió en el siglo VI después de Cristo.

    Tanto el historiador Macrobio como los Evangelios lo contradicen, pues sitúan el nacimiento tras la muerte de Herodes, que aconteció en el 750 de la era romana. Y aún viene Mateo a terminar de complicarlo, pues habla de que Cristo contaba treinta años cuando fue bautizado, y que esto sucedió en el 779; es decir: que Jesús nació en 749.

    Tampoco conviene ponerse quisquilloso: los evangelistas jamás pisaron Palestina, ni conocían su historia ni su idioma; además, escribieron bastante después de muerto Cristo. Eso si nos atenemos a los evangelios que la Iglesia considera canónicos; si acudimos al resto, encontramos un tropel de Cristos diferentes. Desde los hombres corrientes y no nacidos de Dios, hasta los que carecen de forma humana. Desde los que fueron hijos del viejo Dios de los judíos, a los que encarnan un segundo Dios opuesto a este. 

     Si a eso vamos, también la fecha que los primeros cristianos defienden como la del nacimiento de Jesús, el 25 de diciembre, coincide sospechosamente con la del nacimiento de Atis, Dionisio, Krishna, Osiris, Zoroastro y Mitra, natividades que ya venían a coincidir sospechosamente con las celebraciones que todas las culturas agrícolas destinaban al renacimiento del sol. 

     Conviene, ya lo dije antes, no ser quisquilloso. Porque si nos ponemos a indagar en la vida y los hechos de estos personajes, encontraremos que casi todos ellos nacieron de vírgenes, en pesebres, señalados por estrellas, y agasajados por pastores. Que casi todos fueron bautizados, predicaron, sanaron enfermos, resucitaron muertos y se acompañaron de discípulos. Que casi todos murieron y resucitaron al tercer día y se elevaron, ya fuera a los cielos o a otros mundos igualmente sugerentes.

    Conviene, lo digo por tercera vez, no ser quisquilloso. Mejor no indagar demasiado en el asunto de la fecha del nacimiento de Cristo, no vaya a ser que caigamos en la cuenta de que el Mesías se diferencia bien poco del resto de mesías que han existido. Que nos dé por pensar que, más que una persona real, Cristo es una metáfora, un ideal, una máscara de uso colectivo que pretende encarnar todo lo que de bueno y de admirable tiene la raza humana. Que nos dé por creer que ese frágil animal que es el hombre necesita celebrarlo y recordarlo cada vez que el sol vuelve a vencer a las tinieblas; cada vez que se presenta una nueva oportunidad de hacerlo mejor, hasta el día en que al astro rey le dé por cerrar el tenderete, y concluyan las oportunidades, los mesías y los seres humanos.

     Durante esta semana daremos a conocer los finalistas y el ganador de nuestro concurso sobre el Fin del Mundo. Muchas gracias a todos los participantes. La Internacional Microcuentista se tomará un merecido descanso hasta después del 6 de enero de 2013. Hasta entonces, sean tan felices como puedan en este planeta giratorio donde cada día nacen y mueren millones de Cristos; si es verdad que hay un final, mejor que nos pille contentos.

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