Pero a veces la suerte también llega
hasta el parque, aunque venga camuflada en el asiento trasero de un coche
policial. Era un director de cine, un baranda que quería hacer una película
sobre navajeros de barrio, inspirándose en el delincuente más famoso de España,
el Vaquilla, que en aquel momento cumplía pena en prisión. Y quién mejor que tú
para protagonizarla, Torete, que a tus dieciocho años habías corrido tanto o
más que él.
Perros Callejeros se tituló aquel
pasote que enfebreció a los chavales de barrio e inauguró un género, el Cine
Quinqui, que aún disfrutan miles de espectadores en sus pantallas de internet.
Y luego Perros Callejeros Dos, y el
regreso del Torete. La fama, las tías, la pasta. Pero tú le dabas vueltas a la
cabeza. Tenías que aprovechar para salir del barrio, dejar atrás la mala vida,
labrarte una carrera en el cine o en la televisión.
No podías saber que los que escriben
las vidas y las cartas astrales sólo habían cambiado el color de la tinta un
momento. Al fin y al cabo uno sólo sabe hacer lo que aprende, y lo tuyo era el
tirón y el atraco, el menudeo de droga y el allanamiento de morada.
A otros los liquidó a tiros la
policía o una jeringa pasada de dosis. A ti la heroína te enganchó al sida,
mientras arrastrabas tu efímera fama de barrio de mierda en barrio de mierda y
de cárcel en cárcel. Todo estaba escrito. Incluso que palmarías un 26 de
febrero, en 1991, a los 31 años de edad. En tu lápida dice que te llamabas
Ángel. Quienes te vieron en acción, Torete, saben que ese no era tu nombre de
verdad.
Escribiendo
despacio y viviendo deprisa, o viceversa, esta semana harán aparición por la Internacional Microcuentista Álvaro Yunque, Ángel Olgoso, Rogelio Ramos
Signes y Fernando Remitente.
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