Comité Editorial

24 de marzo de 2013

Semana del 25 al 31 de Marzo de 2013.


Los hombres se reproducen por millones así que poco importa cuántos revientan sobre la corteza terrestre. Lo difícil de forjar son los mitos, esos arquetipos que encarnan los anhelos y deseos de los mismos que revientan.

Yuri Gagarín despegó siendo un total desconocido y ciento ocho minutos después regresó convertido en mito. Entremedias había sido el primer ser humano en abandonar la atmósfera y darse una vuelta por el espacio. La hazaña no pasó desapercibida a ojos de ningún ciudadano del mundo. Y no digamos ya a los del gobierno de la Unión Soviética.

No era para menos: bajo un sistema socialista, el hijo de unos granjeros había pasado de estar condenado a morir siendo granjero a poder convertirse en el primer ser humano en alcanzar el espacio en una sola generación. Yuri era la evidencia viva de hasta donde podía legar el nuevo hombre comunista.

Pero el problema con los mitos vivientes es que arrastran una contradicción irresoluble: un mito es, por definición, inmutable e inmortal; los seres humanos tienen la molesta costumbre de cambiar constantemente y de morir por cualquier cosa. Así que muy difícil preservar al mismo tiempo hombre y mito. Dificultad que para el estado soviético se convirtió en obsesión.

A Gagarín se le prohibió volar igual que se le prohibió pasear por el espacio exterior. Se le reconoció, homenajeó y agasajó allí donde fuera, trescientos sesenta y cinco días al año, treinta o treinta un días al mes y veinticuatro horas al día. Y si el sistema socialista había logrado transformar a los hijos de granjeros en cosmonautas no por ello había sido capaz de enseñarles a cargar sobre sus hombros el peso doble del hombre y del mito. Gagarin, que había respondido al vacío sideral con una sonrisa, a duras penas pudo resistir la presión terrestre. El mito se agrandaba pero el hombre encogía. Comenzó a gravitar alrededor alcohol igual que comenzó a gravitar alrededor de peleas de bar y de locas aventuras amorosas. Entretanto, elevó constantes peticiones al gobierno para que le permitiera volver a volar.

No se arriesgaron a que saliera de nuevo al espacio, pero sí le dejaron volver a pilotar aviones militares. En uno de ellos se estrelló, el 27 de marzo de 1968. El que había sido el primer hombre en ver la tierra desde el espacio, terminó hundiéndose seis metros en ella junto al fuselaje del avión.

Dicen que lo primero que dijo al salir de la atmósfera fue que allí no había ningún dios. Pero esa declaración es falsa; pertenece al mito fabricado por el estado soviético. Yuri todavía no sabía que era un mito y dijo una frase de ser humano: "Preservad la belleza, no la destruyáis".

Preservad la belleza.

Cosmonautas de la microficción y guardianes de la belleza, esta semana recorrerán la órbita de la Internacional Microcuentista Macedonio Fernández, Eduardo Cruz Acillona y José Manuel Ortiz Soto. Y de la mano de Juan Manuel Montes viajaremos a ese mundo que recogen sus Relatos desde Liliput.

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