Los hombres se reproducen por
millones así que poco importa cuántos revientan sobre la corteza terrestre. Lo
difícil de forjar son los mitos, esos arquetipos que encarnan los anhelos y
deseos de los mismos que revientan.
Yuri Gagarín despegó siendo un total
desconocido y ciento ocho minutos después regresó convertido en mito.
Entremedias había sido el primer ser humano en abandonar la atmósfera y darse
una vuelta por el espacio. La hazaña no pasó desapercibida a ojos de ningún
ciudadano del mundo. Y no digamos ya a los del gobierno de la Unión Soviética.
No era para menos: bajo un sistema
socialista, el hijo de unos granjeros había pasado de estar condenado a morir
siendo granjero a poder convertirse en el primer ser humano en alcanzar el
espacio en una sola generación. Yuri era la evidencia viva de hasta donde podía
legar el nuevo hombre comunista.
Pero el problema con los mitos
vivientes es que arrastran una contradicción irresoluble: un mito es, por
definición, inmutable e inmortal; los seres humanos tienen la molesta costumbre
de cambiar constantemente y de morir por cualquier cosa. Así que muy difícil
preservar al mismo tiempo hombre y mito. Dificultad que para el estado
soviético se convirtió en obsesión.
A Gagarín se le prohibió volar igual
que se le prohibió pasear por el espacio exterior. Se le reconoció, homenajeó y
agasajó allí donde fuera, trescientos sesenta y cinco días al año, treinta o
treinta un días al mes y veinticuatro horas al día. Y si el sistema socialista
había logrado transformar a los hijos de granjeros en cosmonautas no por ello
había sido capaz de enseñarles a cargar sobre sus hombros el peso doble del
hombre y del mito. Gagarin, que había respondido al vacío sideral con una
sonrisa, a duras penas pudo resistir la presión terrestre. El mito se agrandaba
pero el hombre encogía. Comenzó a gravitar alrededor alcohol igual que comenzó
a gravitar alrededor de peleas de bar y de locas aventuras amorosas. Entretanto, elevó
constantes peticiones al gobierno para que le permitiera volver a volar.
No se arriesgaron a que saliera de
nuevo al espacio, pero sí le dejaron volver a pilotar aviones militares. En uno
de ellos se estrelló, el 27 de marzo de 1968. El que había sido el primer
hombre en ver la tierra desde el espacio, terminó hundiéndose seis metros en
ella junto al fuselaje del avión.
Dicen que lo primero que dijo al
salir de la atmósfera fue que allí no había ningún dios. Pero esa declaración
es falsa; pertenece al mito fabricado por el estado soviético. Yuri todavía no
sabía que era un mito y dijo una frase de ser humano: "Preservad la
belleza, no la destruyáis".
Preservad
la belleza.
Cosmonautas
de la microficción y guardianes de la belleza, esta semana recorrerán la órbita
de la Internacional Microcuentista Macedonio Fernández, Eduardo Cruz Acillona y José Manuel Ortiz Soto. Y de la mano de
Juan Manuel Montes viajaremos a ese
mundo que recogen sus Relatos desde
Liliput.
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