Alza la copa y observa el contenido, de un color amarillo intenso, brillante, con tonos dorados, parecido a la melena de Clara bajo el sol del mediodía. La agita ligeramente y comprueba que casi no se perciben las lágrimas en el cristal. Mejor así. Acerca la nariz y nota el aroma de frutas blancas, como la pera, el albaricoque o aquella piel saliendo de la ducha. También distingue unos toques florales, muy tenues, puede que rosa. Prueba un poco y lo paladea. Dulce, como sus besos; ácido, como su humor; fresco, como su sonrisa. Una vez engullido, descubre que el sabor es persistente, como el recuerdo de la última discusión, y con un punto agrio, igual que una despedida inesperada. Lanza la copa al suelo y se termina la botella de vino bebiendo a morro.
Víctor Lorenzo Cinca
Buen relato, Víctor.
ResponderEliminarEs lo que tienen los excelentes vinos...
ResponderEliminarMe he quedado como niño con golsina que no sabe por donde entrarle, mientras que la boca le saliva a cien.
Saludos :-)
Qué interesante, Victor.
ResponderEliminarSaludos
Vaya, Víctor, ahora lo entiendo todo. Me encanta, muy merecido premio.
ResponderEliminarUn abrazo
Lleno de color, lleno de rencor y con un poco de humor...Qué fácil es leerte, amigo Victor.
ResponderEliminarBesicos
Como todo lo que escribes, Víctor, hermoso.
ResponderEliminarMi abrazo y mis felicitaciones.