Ricardo Álamo lleva ya casi tres años colgando en la red sus microrrelatos, en Odradek, su blog personal, algunos de los cuales han sido incluidos en antologías (Mar de pirañas, Desahuciados, De antología, PervertiDos). Imaginarium, el libro que acaba de publicar, reúne medio centenar de esas piezas.
David Roas, en un breve artículo publicado en el número 354 de la revista Quimera, en su dossier dedicado al cuento actual, explica las características del cuento fantástico español, una de las cuales consiste en “dar voz al Otro, al ser que ha cruzado al otro lado de los límites de lo real”. Siguiendo esa definición, podemos afirmar que Imaginarium, en su conjunto, es un libro donde predomina lo fantástico. En muchos de estos microrrelatos (“Desconsuelo”, “Sic transit” o “Luna llena”, por poner unos pocos ejemplos) encontramos un buen elenco de esos personajes del más allá: muertos, vampiros, fantasmas, sombras, fantasmas, muñecas que cobran vida... La aparición de esos personajes, siguiendo con Roas, “supone una radical transgresión” ya que “el Otro, mediante su discurso, nos hará cómplices de sus experiencias y de sus sentimientos”. Lo fantástico ya no es encontrar a un fantasma o a un vampiro en lo real; lo fantástico es ser el fantasma o el vampiro, conocer sus miedos y obsesiones. En otros textos, sin embargo, se accede directamente a esa zona irreal, sin previo aviso, o se logra mediante la fusión de la ficción y lo real, de dos planos o realidades distintas. A pesar del predominio de los temas de la muerte, el más allá o lo monstruoso, en Imaginarium también encontramos otros microrrelatos de tono más realista, habitados por personajes marginales, solitarios, arañados por la crisis.
En ocasiones el autor opta por otro conocido recurso que consiste en engañar (con las mejores intenciones) al lector, en sorprenderle, en dar la vuelta al relato en la última frase, en aportar un detalle al final que nos obliga a interpretar el texto de otro modo, a desechar la realidad que habíamos imaginado y reemplazarla por otra. En algunos de esos textos puede intuirse que se va a utilizar ese recurso, pero no importa demasiado porque Ricardo sabe llevar de la mano al lector, con mucho tino, por el camino que él quiere, lleno de pistas falsas, y al final hacer que el lector dé la vuelta, para observar lo andado, y descubra que el camino ya no es camino porque se ha convertido en una autopista, en un húmedo pasillo o en un cementerio, lo mismo da.
Otros relatos se mueven por el terreno de lo inevitable. “Última voluntad” o “ El mandato” evidencian que el ser humano no escribe su historia sino que apenas interpreta el papel que le ha tocado en esta vida, sin poder escapar del destino fijado. Algunos personajes, cosificados, muestran lo insignificante y absurdo de la existencia, la falsedad de la realidad, o la soledad e incomunicación del hombre. Otro de los temas que encontramos en los microrrelatos de Imaginarium, en “Miniaturas” o “Naufragio”, por ejemplo, es el de lo minúsculo, el de los microcosmos encerrados en macrocosmos, uno dentro de otro, como muñecas rusas.
Imaginarium es, en definitiva, un libro fantástico, en ocasiones terrorífico, con toques de ironía, directo, sin circunloquios, al que se le puede reprochar (si es que hay que reprochar algo) que contenga solo cincuenta piezas. Saben a poco. Satisfacen, como los buenas tapas, sí, pero no sacian. Habrá que pedir otra ronda.
Ricardo Álamo: Imaginarium. Los Papeles del Sitio. Sevilla, 2013
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