Comité Editorial

24 de mayo de 2013

Inocencia.


   
    Cuando le llegó el turno de declarar, Abel afirmó que todo lo que se decía sobre él era verídico, aunque alegó que atravesaba un mal momento y que, a ver, que lanzase la primera piedra aquel que nunca le hubiera dado una patada a un perro o abollado sin querer una propiedad del gobierno. El que nunca hubiera escapado de un control policial después de provocar una colisión múltiple. El que nunca hubiera enredado una soga al cuello de su mujer y calculado mal la distancia entre la lámpara y el suelo. El que nunca hubiera sumergido a sus hijos en la piscina, sin apercibirse de que tienen los pies enredados en el contrapeso de la sombrilla, tras confundir la etiqueta del agua con la del ácido sulfúrico.
     Y es que, jolín, concluyó: son ustedes implacables.

Fernando Sánchez Ortiz, Pequeño Almacén Esperanto, 2013.

3 comentarios:

  1. Implacables como los impulsos desatados. Como la relatividad...

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  2. Yo, puestos a elegir, que nadie tire ninguna piedra; de verdad que no.
    Me gustó mucho, es directo sin serlo y muy original

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  3. Es una desgracia que existan esas personas implacables que siempre le quieren arruinar a uno la vida. Estoy contigo, Fernando.

    Un abrazo :-)

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