Comité Editorial

10 de mayo de 2013

La última musa

      Llegaba al parque antes de que el sol comenzara a calentar las sombras de los árboles, y se sentaba en una de las bancas alrededor de la fuente de la Madona. Para algunos era un loco inofensivo; para otros, un extraño detenido en el tiempo. Pero no lo era para las ardillas que le caminaban encima como por un árbol; tampoco para los esquivos y juguetones colibríes que aleteaban ante su pelo largo y enredado. Y menos para las confianzudas lagartijas que se aventuraban dentro del costal de lona que traía siempre con él. 
       Desde su informe base de mármol, sucia y enlamada, la vieja estatua sabía que el hombre estaba ahí por ella. Que el otrora joven escultor aguardaba el último lapso de inspiración que le permitiera concluir su obra. Después podría morir en paz.


José Manuel Ortiz Soto, Cuervos para tus ojos, 2010.

1 comentario:

  1. O quizá vivirá en paz.

    Me gusta el ambiente que desarrollas, en un tiempo tan lento como los movimientos del personaje.

    Saludos :-)

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