Comité Editorial

26 de mayo de 2013

Semana del 27 de Mayo al 2 de Junio de 2013.

Era el típico hombrecillo de modales suaves, pulcro, trabajador, correcto. Uno de esos a los que imaginas de casa al trabajo y del trabajo a casa, a esperar el anochecer rodeado por su esposa y sus cuatro hijos, enfrascado en algún hobby tranquilo, estudiando mariposas, construyendo grandes monumentos con palillos o resolviendo crucigramas. Se llamaba Ricardo Klemet. Aunque ese no era su nombre.

Desempeñaba los más diversos oficios: capataz, leñador, operario en una fábrica de automóviles, criador de conejos… Llegó a la Argentina del otro lado del océano, de Italia, donde un obispo le había proporcionado asilo como refugiado político. Aunque ese no era su estatus .

A Italia llegó desde Alemania, donde llevaba meses saltando de un escondite a otro, después de que el ejército estadounidense lo detuviera con la documentación de Otto Eickman. Aunque esa no era su documentación.

En Argentina, fue secuestrado por el servicio secreto israelí. No por operario de una cadena de montaje o criador de conejos. No por refugiado político ni inmigrante italiano. No por Ricardo Klemet ni Otto Eickman, sino por Adolf Eissmann, Teniente Coronel de las SS, organizador del exterminio de seis millones de judios.

La prensa de la época difundió rápido la noticia de la captura del genocida, del asesino, del mal encarnado. Pero las imágenes del juicio revelaban a un hombrecillo de modales suaves, pulcro, trabajador, correcto. Ni siquiera albergaba especial inquina a los judíos. Sólo cumplía órdenes. Desempeñaba su labor de exterminio con la misma fría meticulosidad que quien se distrae estudiando mariposas, construyendo grandes monumentos de palillos o resolviendo crucigramas. Cualquiera en su lugar, opinaba, hubiera hecho lo mismo.

Murió en la horca, el 31 de Mayo de 1962. Quizá pretendían que sirviera de ejemplo para el resto de hombres anodinos, pulcros y correctos del mundo entero. O de advertencia para quienes no lo eran.


Como para fiarse del terrible poder que pueden albergar los pequeños hombres. O las pequeñas historias. Esta semana en la Internacional Microcuentista aparecerán los relatos de Julio Miranda, Esteban Dublín y Araceli Esteves, la misma autora que ha tenido la bondad de prestarse a una de nuestras entrevistas. Reseñaremos, de la mano de Félix Terrones, el Viaje Imaginario al Archipiélago de las Extinta, de Susana Camps Perarnau, y ofreceremos la crónica de lo acontecido en la presentación de deAntología, la Logia del Microrrelato y de la III Quedada Microrrelatista.

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