El inusual y sinuoso título con el que Susana Camps ha decidido llamar a su primera colección de microrrelatos (Talentura, 2013) es más que una invitación a abrirlo, hojearlo, empezar a leer esas líneas que ha tenido a bien compartir con nosotros, sus lectores. Al mismo tiempo, se me antoja uno de esos misterios a resolver por medio de la lectura de cada uno de sus microrrelatos. Un misterio que la misma autora parece promover si consideramos el pequeño texto que antecede el conjunto de microrrelatos y en el que, jugando a la definición onomástica o la entrada enciclopédica, nos da noticia de qué cosa es el Archipiélago de las Extinta:
“Archipiélago de las Extinta (Del gr. ἀρχιπέλαγος y el lat. exstinctus): conjunto de islas narrativas agrupadas en una superficie extensa, tal vez ilimitada, de literatura. Explorado por primera vez en tiempos de la invención de la tinta, las sucesivas colonizaciones y la llegada del progreso provocaron su transfiguración electrónica. Paradójicamente su fácil localización vía satélite no lo hace más accesible. En la actualidad solo llegan al Archipiélago de las Extinta viajeros con cierta dosis de coraje, ambición y sentido de la aventura”.
Si creemos en las palabras de este microproemio entonces el espíritu de aventura es la condición inequívoca cuando se trata de comprometerse en la lectura del libro. Desde ya, Susana Camps codifica la lectura en la clave del itinerario no tanto iniciático como de viaje, razón por la cual varios de sus textos recuerdan o reelaboran, por ejemplo, el registro de las crónicas de Indias (Efemérides), la novela inglesa de aventuras (Lobo de mar), el cuento oriental (el sublime La flor de Pensang), el viaje científico (Cosas de la tercera edad) e incluso la ciencia ficción (Bitácora de la misión Clin). Además de ser un ejercicio de estilo - en ocasiones, como en Galerada, se trata de ejemplos de dominio idiomático a la manera de Guillermo Cabrera Infante –, manifiestan la inquietud de la autora por interrogar y dar forma a las múltiples facetas que el viaje ha conocido a lo largo de la tradición literaria, esa superficie extensa e ilimitada de la cual nos habla en su proemio. Todo esto con mucho saber, que no excluye ese atisbo de humor que les da a los microrrelatos la ligereza de lo insólito sin que por esto pierdan densidad (pienso por ejemplo en aquel microrrelato en el que comienzan a caer ancianitas del cielo en plena Selva Alta peruana). Cultura enciclopédica al servicio de la mínima expresión, Susana Camps pareciera aprovecharse de su saber literario para constituir la personalísima geografía de su ficción.
De ahí que cada una de las partes que componen la colección evoque algún elemento relacionado con el viaje: “Hacerse a la mar”, “Hacerse a las letras”, “Mensajes hallados en una botella”, “Retorno por la ruta astral”. Tengo la impresión de que en el libro de Susana Camps no es consecuencia, como puede ocurrir en muchos otros conjuntos de microrrelatos, de un desesperado afán por darle a posteriori una unidad, sino más bien de un deliberado principio de composición existente desde antes. Como es de esperar, interrogar las diversas formas del viaje imaginario no la llevan a la dispersión sino a una compleja y múltiple formulación de lo que es la creación y la lectura, as y envés de la literatura.
¿Cuál es esta formulación a la que me refiero? De hecho, creo que para Susana Camps el viaje no importa tanto por el punto de llegada, suerte de quimera que agita la mano desde la otra orilla, como por el trayecto en sí. Aún tengo en la cabeza los versos del poeta alejandrino Constantino Kavafis, especie de hermano literario de Susana Camps, como para no recordarlos: “Pleno con la riqueza del viaje,/no esperes la riqueza de Ítaca./Ítaca te ha dado un bello viaje”. Ítaca, o cualquiera sea el nombre que toman las excusas o coartadas para viajar tiene menos materia que el trayecto realizado, las tierras conocidas, las gentes y pueblos descubiertos por medio del desplazamiento físico pero también de su sucedáneo la lectura literaria. Por eso, si bien en Viaje imaginario al Archipiélago de las Extinta nunca llegamos al archipiélago podemos, eso sí, asomarnos a aquello que la literatura intuye o sospecha sin animarse a o nombrarlo pero intentando metaforizarlo (como Kafka) o más bien rodearlo, circunscribirlo con las palabras (como Celan). Susana Camps nos propone una tercera posibilidad: la de la contemplación. Los lectores, marineros en tierra, avistan desde lejos lo inefable sabiendo que nunca podremos llegar a ello pero eso no nos provoca desazón. Nos quedan las palabras, la imaginación y la poesía: “Vivir en una ciudad portuaria requería una exagerada tolerancia a una tentación constante”.
Mucho se ha dicho que el microrrelato es un género literario que exige concisión en el lenguaje. Susana Camps es de las que renuevan el género en la medida en que gracias a su pluma el lenguaje del microrrelato adquiere espesor, se complejiza, roza otros géneros como el poema en prosa o la prosa poética sin desnaturalizarse sino más bien adquiriendo otros contornos o, mejor dicho, relieves. Si ya le debíamos a Talentura el habernos descubierto escritores españoles de primer nivel, ahora también le debemos la publicación de este libro tan nuevo como clásico. De hecho, de la gran cantidad de antologías, colecciones y autores de microrrelatos que vienen apareciendo estos últimos años – lo cual es una prueba de la energía y vitalidad del género pero acaso también de una falta de juicio crítico, pospuesta en beneficio de la oferta editorial -, podemos estar seguros de que el libro de Susana Camps ha llegado para convertirse en un referente, una especie de faro en el medio de la noche y los mapas de la fantasía y la creación.
Lector, tú que me lees, ¿qué esperas para hacerte a la mar, viajar al Archipiélago de las Extinta, esas islas que la imaginación nos propone para recordarnos que solamente el misterio de la literatura permite ser otros, vivir otras existencias?
------------------------------------
Susana Camps: Viaje imaginario al Archipiélago de las Extinta. Talentura, 2013.
Reseña de Félix Terrones (Lima, 1980). Doctor en estudios hispanoamericanos por la Université Michel de Montaigne-Bordeaux III (Francia). Ha publicado las novelas cortas A media luz (PUCP, 2002) y la novela El silencio de la memoria (Mundo Ajeno, 2008). Editor y antologador de la obra de Sebastián Salazar Bondy para la Biblioteca Ayacucho (2012). Asistente de cátedra en las Université François Rabelais de Tours y en la Université du Maine (Francia). Traductor de "Rebelion.org". Tiene una novela, un libro de cuentos y otro de microrrelatos inéditos.
Yo, de mayor, quiero una reseña así.
ResponderEliminarMe ha gustado ese apunte acerca de la concisión, que, en este caso, se soslaya para "adquirir nuevos contornos o relieves", sin estar esto reñido con la precisión.
Saludos
Gabriel
Pues sí, el libro que todo el mundo quisiera escribir y la reseña que todos quisiéremos tener. Por lo menos yo. Enhorabuena Susana, y enhorabuena a nosotros, que podemos leerte. Gracias Inter.
ResponderEliminarCoincido con Félix cuando afirma que el "lenguaje del microrrelato adquiere espesor, se complejiza, roza otros géneros como el poema en prosa o la prosa poética sin desnaturalizarse sino más bien adquiriendo otros contornos" al referirse al estilo inconfundible de Susana. También, me gustaría destacar el humor negro e irónico que tiñe la mayoría de sus historias, y la plasticidad de su prosa.
ResponderEliminarAbrazos.
Muchas gracias, Félix, por esta reseña tan brillante en su estilo y tan generosa en el contenido. Es impagable que a uno lo lean con tan buena predisposición; que lo haga alguien de tu talla es un elogio de los que compensan, con creces, la dificultad propia del camino literario.
ResponderEliminarY muchas gracias también a la Internacional Microcuentista por acoger a mi libro bajo su manto.
Un fuerte abrazo.
Un lujo de libro, el de Susana Camps, y un lujo de reseña, la de Félix Terrones. Estamos todos de enhorabuena y poco más se me ocurre añadir.
ResponderEliminarUn abrazo,
D.
Suelo volver el prólogo de los libros de cuentos una vez leído el libro. Me gusta releer lo que dice el prologuista junto con el relato, buscar y hallar lo que quizás yo no encontré. Tengo el libro de Susana en mi mesa, pendiente de disfrutar. Volveré a esta reseña que ha realizado Félix para disfrutarla. Felicidades, Susana.
ResponderEliminar