CAMPESINO PLANTANDO árboles y HOMBRE solitario. Se aproxima la hora solemne del ocaso. El HOMBRE, que ha recorrido todos los caminos del mundo, suspira profundamente.
HOMBRE.- (Tras un largo silencio.) Oiga.
CAMPESINO.- Qué.
HOMBRE.- (Con voz cansada.) Plánteme también a mí.
CAMPESINO.- (Sorprendido.) ¿Cómo?
HOMBRE.- Que me plante.
CAMPESINO.- (Sin ceder en su sorpresa.) ¿Por qué?
HOMBRE.- Estoy cansado.
CAMPESINO.- ¿Y cómo quiere que le plante?
HOMBRE.- Como si fuese un manzano.
CAMPESINO.- ¿Está hablando en serio?
HOMBRE.- Yo no sé hablar de otra forma.
Pausa. El CAMPESINO encoge los hombros, carga al HOMBRE sobre sus espaldas, le traslada al pequeño hoyo y le entierra hasta los tobillos. El HOMBRE, que ha abierto los brazos en cruz, levanta la mirada al cielo y se queda muy quieto, apenas sin respirar, esperando el milagro de una nueva primavera que le haga, por fin, fructificar.
Javier Tomeo, Historias mínimas, 1988.
Muy del estilo de la película de Cuerda. Este no sabe que si te sale un hombre en el huerto es mejor podarlo...
ResponderEliminarOriginal.
Grande Javier Tomeo.
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