Siempre pasan cosas, libro que inaugura la colección Microsaurio -dedicada íntegramente al microrrelato- de la nueva editorial valenciana Enkuadres, es la opera prima de Kike Parra Veïnat, un autor que se ha forjado, como él mismo afirma, en escuelas de escritura bajo la supervisión de grandes escritoras.
Una de las grandes protagonistas del libro es la ciudad, ese lugar donde -como indica el título- siempre pasan cosas. Las historias, por tanto, se desarrollan, en su mayoría, en un ambiente urbano. Y la ciudad -no una en concreto, sino una arquetípica, una cualquiera, la tuya, la mía- es vista de distintos modos. En ocasiones se personifica para transformarla en un ente fagocitador de personas. En otras se nos muestra lo urbano como un lugar de oportunidades, aunque en la gran mayoría de ocasiones esas puertas abiertas se cierren de golpe en los morros del protagonista. Con una visión tan tétrica de la ciudad es lógico que aparezca de un modo más o menos velado el tema clásico de la añoranza del pueblo, la oposición campo versus ciudad, en la que el primero suele resultar vencedor.
En esa visión un tanto oscura de la ciudad encontramos otro de los pilares de este libro: las relaciones afectivas. El amor, aunque mejor llamarlo desamor. La ciudad, laberinto y hormiguero, está repleta de seres incomprendidos que buscan, con poca fortuna, el amor. Unos seres solos, abandonados, disueltos en lo urbano, que buscan en los encuentros casuales, en las prostitutas y en el azar, aquello que les proporcione fuerzas para seguir viviendo entre edificios, cemento y soledad. Y que muy pocas veces consiguen. En muchas ocasiones, los protagonistas se encuentran en situaciones límite que los dejan frente al acantilado, sin salida. Y en otras, lo único que encuentran es, simplemente, el desamor.
El lenguaje, y el léxico, es directo, duro, sin rodeos. No necesita buscar un eufemismo si una palabra cruda puede significar lo mismo, o incluso más. Tampoco abundan -cosa que es de agradecer- los finales sorpresa. La historia, como mucho, se deja colgada, para que sea el lector quien la concluya, en uno de los típicos mecanismos del microrrelato.
Otro de los aspectos a destacar de Siempre pasan cosas es el excelente manejo de los títulos. Para Kike Parra Veïnat, los títulos no son meras etiquetas sino que son parte -importante- del microrrelato, y en consecuencia están perfectamente integrados al relato. En ocasiones los títulos nos ofrecen la clave para interpretar el texto; en otras, sin embargo, nos ofrecen una nueva interpretación del texto. Pero pocas veces son simples etiquetas.
Siempre pasan cosas es, en resumen, un libro de microrrelatos de lectura amena, que pone de manifiesto, una vez más, el empuje de los nuevos autores, que intentan -con grandes esfuerzos- hacerse un hueco entre los escritores actuales de microficción.



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