En Añay Rupac hay mucho toro bravo. Todo Añay Rupac es ahora pampa para pastar. Antes Añay Rupac era cabeza de pueblos. Vivía allí una cholita muy linda y el diablo se la quiso llevar.
El demonio se escondió en un puquio y cuando la muchacha fue por agua el diablo salió debajo de la tierra y le comenzó a hablar. Entonces la niña se encomendó a Nuestro Padre San Agustín y el demonio quedo convertido en toro. En toro color barroso.
Añay Rupac Toro asusta a los cristianos. De entre su manada sale bufando, bien sucio su pellejo barroso; luego desaparece. Por eso, se dice, el pueblo se fue secando poco a poco hasta quedar sólo ruinas.
Aníbal Ismodes Cairo, Los tesoros de Catalina Huanca, 1942.
Semana de Perú.
Semana de Perú.
Coincido con el señor Esteban Dublín: Dos veces bueno.
ResponderEliminarEl tono me recordó a Ciro Alegría en "El mundo es ancho y ajeno".
ResponderEliminarAbrazos al autor y al editor,
PABLO GONZ
Historia escrita en ese tono propio de las leyendas populares.
ResponderEliminarFelicidades.
Un lenguaje muy peculiar.
ResponderEliminarMe ha recordado al estilo de Juan Rulfo, por la desolación que queda siempre como poso.
Verdaderamente hermoso. Enhorabuenas para el autor y a los editores por su buen ojo.
ResponderEliminarGracias a todos nuestros amables por leer y comentar este magnífico microrrelato de Aníbal Ismodes Cairo que, además, cumple con la premisa de Tolstoi: "Habla de tu aldea y serás universal".
ResponderEliminar