Ahora que me he puesto, creo descubrir dos
procesos diferentes.
A veces escribo como si me tirara por una azotea.
Sí. Me ataca una idea por la espalda y entonces empiezo a
echar, sin pararme a veces ni a poner acentos. Cuando creo que ya lo he sacado
todo, viene el momento de corregir, cambiar, afilar. Este paso me suele durar
muchos ratos distintos. Porque, si puedo, lo dejo y vuelvo una y otra vez al
mismo texto para releerlo. Hasta que llega ese momento en el que ya me parece
certero. Cuando el ataque llega de madrugada, al levantarme, a menudo ya lo
tengo tan repasado, que casi no he de corregirle nada al transcribirlo.
El otro, es que me pongo a escribir y no sé ni
qué estoy diciendo. Esto ocurre, sobre todo, cuando decido presentarme a alguna
convocatoria o concurso. Tomo las bases o las directrices y escribo. Escribo
sin sentido, sin respirar, sin pararme ni juzgar, como si fuera bulímico
escribiendo. Hasta que de pronto, entre lo que voy sacando por mis dedos veo
una luz, como una hilacha, un cabo al que entonces me aferro y empiezo a tirar
de él. Resultando que al final, hay una historia completita. Aun así, luego lo dejo
también reposar. Sobre todo si veo que por mucho que merodeo no llego al
centro. Entonces, al cabo del tiempo, que depende del que disponga antes de la
entrega, vuelvo y entonces veo casi casi de qué adolece, o al menos encuentro el
camino más despejado para llegar a la cumbre.
He de reconocer que escribo más cuando estoy de
subidón que de bajón. Desde abajo me inspiro mucho, pero no lo sé aprovechar
para escribir. Como mucho, tomo alguna nota. Las ideas me asaltan en cualquier
sitio y momento. No soy nada original, suelo llevar una libreta conmigo donde
apunto las cosas interesantes que
pienso, o que me lo parecen en ese momento.
Siempre que acabo algo, sea bulímico o de azotea,
se lo muestro a Toni, pobre mártir de todo cuanto escribo. Si de entrada, pone
cara de “me he perdido”, es que falta algo o no está bien explicado. De hecho, leérselo
a él en voz alta me sirve a mí para ver el texto desde otra perspectiva. Y
cuando lo estoy haciendo, voy deteniéndome para corregir alguna coma, tildes, alguna
repetición que se me había pasado por alto.
Soy más de escribir por la mañana, pues soy
madrugador y me encuentro más vivo. La tarde, y el camino a la noche, es más
para leer, ver televisión, charlar y para lo otro. Aun así, al saltarme una
idea, si es “regulera” la dejo pasar y me digo, buah, si será por ideas en el
mundo; pero si me parece genial en ese momento, cojo la libreta y la apunto.
Leer me inspira, y escuchar a la gente. Y hacer
el amor, también. Así es. En el preciso momento en el que uno llega a la
cumbre, casi siempre se encuentra con una buena idea esperando arriba. Yo a veces,
si estoy alerta, la atrapo con las dos manos y la arrastro hasta aquí. No
siempre la anoto en ese momento. Si no es así, me va rondando la tía, hasta que
la pongo sobre blanco. Y entonces, maravilla, parece mentira cómo luce aquí
abajo eso que uno atrapa en el aire.
Miguelángel Flores, andaluz de nacimiento, y
probablemente será catalán de muerte. En teatro ha escrito y se han estrenado, Anda Que
No Te Quiero, publicada en Amazon, con prólogo de Manu Espada; La vida que bailo; Consuélame, Consuelo, a dúo con Moisés Ramírez; y continúa en ello
con otros proyectos.
En microficción, ha aparecido en diferentes
antologías y recopilaciones del género, destacando Relatos en Cadena (Alfaguara, 2008), De Antologia. La logia del microrrelato (Talentura, 2013), Microconcurso La Microbiblioteca (2012,
2013, 2014). Destellos en el cristal
(Internacional Microcuentista, 2013, en digital), Esta Noche Te Sueño (ENTC 2013), 40 Plumas y pico (ENTC 2014), Despojos
del ReC (2014).
A finales de noviembre, Talentura publicará su
primer libro de este género en
solitario, De Lo Que Quise Sin Querer.
Claro clarinete. Tú no eliges ser escritor, la escritura te elige a ti y te utiliza, ya sea lanzándote desde una azotea o haciéndote vomitar en un sin sentido que para tu sorpresa sí que lo tiene. Es lo que tiene tener un don que uno no lo elige, no? uix, dónde he escuchao yo esto? en alguna obra o algo, no?
ResponderEliminarTe requetequiero!!
María José.
Un gusto leer tu proceso de creación, Miguelángel. Pero más, mucho más, me gusta leerte en largo, en tú. Creo que es el primer relato que te leo, y lo haces muy bien.
ResponderEliminarTienes que vigilar lo tuyo con las azoteas.Y los trajines que te traes con las libretas también.Yo que tú les pondría una cadena y así no tienes que estirarte para cogerla. Bueno, tú inspirate arriba o abajo, de subida o de bajada, pero sigue escribiendo, que no se te da mal.
ResponderEliminarVoy a ver que libreta me compro y a que azotea me subo, par ver que surge.
Que un besote, grande.
Nosotros, cuando te leemos, también es como si nos tiráramos de una azotea. Después planeamos con tus letras para aterrizar suavemente, felices. Un abrazo muy fuerte y enhorabuena por tu libro.
ResponderEliminarEste apartado de cómo escribe cada uno me hace sentir mucho más normal. Lo que no sé si me gusta o no. Comparto muchas cosas contigo, Miguelángel, más de las que piensas ;-)
ResponderEliminarAbrazo
Aclaro, si me gusta o no sentirme normal. Leer el proceso de escritura de otros me gusta mucho.
ResponderEliminarSí, dónde habremos oído antes lo del don, Maria. Lo mismo te requetedigo.
ResponderEliminarGracias, Ximens, muchas. Pero, oye, a cuál relato te refieres? Me has dejado...
Jejeje, Antonia. Tú sabes lo que me va a mí una azotea. Y un patio con macetas. Un beso, hermosa.
Qué bien lo dices, Mar. Pero, tendrás tú queja, guapa!! Otro.
Jajaja, Ana, gracias por aclararlo. Oye, y es que es verdad, en realidad somos todos tan diferentemente iguales...
Aprovecho para dar de nuevo las gracias a la Inter por esta oportunidad de explayarme y en especial a José Manuel Ortiz por su confianza.
Me refiero a este relato de tu proceso creativo.
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