

RS: Puedo decirte que lo que en aquel entonces creí descubrir fueron las posibilidades de la prosa breve. En ese sentido, pasar por las aulas universitarias fue muy útil. Varios cursos me mostraron los textos breves latinos, las historias breves orientales, los mitos y leyendas de América latina, la prosa poética de Baudelaire, las prosas breves de los modernistas, etc. Con esto, el microrrelato solo fue un agregado más a mi formación. Que sin duda me impactó, pero no más que el cuento, el poema o la novela.
Todo esto en cuanto a lector. El por qué me acerqué a este género para integrarlo a mi escritura? Eso tiene que ver más con mi temperamento y que luego derivó en una postura estética.
IM: Podrías comentarnos ¿Cómo fue el proceso creativo de Habitaciones? ¿Fue pensado como un libro de microrrelatos?
RS: No, no lo pensé como un libro de microrrelatos. Es más, si siquiera lo pensé como un género definido. Los escribí pensando que hacía lo que ya se había escrito antes. Es más, para mí fue una forma de revisitar las ciertas experimentaciones formales de autores de los años 70 y 80 que leía con mucha atención por esos años. Lo que pasa es que más allá de lo formal pude notar que había algo, un tema –por más impreciso que éste sea– que me rondaba y no me dejaba en paz. Escribí esos once textos dedicados a mis amigos del Grupo Centeno, y puedo jurar que me jugaba la vida en cada uno de esos textos. Es curioso, pero me di cuenta de que mientras más quería acercarme a mis maestros literarios, mucho más distinto a ellos escribía. No es que esto me conllevara a algo sentirme bien; al contrario, intuía que entraba a tierras movedizas y que ya no había escapatoria.
IM: ¿Cómo era el panorama literario del microrrelatos en los años en que publicaste tu primer libro? ¿Se hablaba del microrrelato en las aulas universitarias o en las tertulias literarias?
RS: Bueno, si hablamos estrictamente de microcuentos, tal como lo entendemos hoy, el panorama era desolador. Yo no estoy tan acuerdo con algunos investigadores que de pronto levantan una piedra en nuestra literaria y encuentran un libro de microcuentos. Eso está bien para ir a participar en congresos, pero creo que se distorsiona. Esos textos, los míos incluso, fueron escritos dentro del panorama del cuento breve, y como tales eran leídos, y hasta malentendidos. Pero era una lectura de aquella época. No se hablaba de microcuentos en los talleres o la universidad. Se sabía de él, pero sin mayor repercursión. Se escribía con mucha honestidad, porque había una necesidad de hacerlo. Hoy no es así en todos los casos.
¿Sabes? Si José Donayre Hoefken no me hubiera quitado de las manos su libro El envés del cielo, en 1992; que yo estaba a punto de editar, éste hubiera sido fundacional para un autor de nuestra generación. Era un estupendo libro de microcuentos.
Cuando hablo que antes, cuando no se discutía sobre la validez del género, la escritura del microcuento era mucho más honesta, no significa que eso haya desaparecido. Hay muchos libros notables, y habrá otros más en el futuro. Pero eso no quita que también habrá mucha improvisación y relajo en el género.

RS: Como influencia están todas las lecturas que te mencioné antes. Si hablo de autores debo pasar por muchos. Puedo mencionarte los casi obligados Arreola y Monterroso, pero te repito que, como me interesaban los autores llamados del postboom, en ellos descubrí muchos autores de microcuentos. Ahora bien, si sopeso las influencias, la lectura de poesía fue capital: Juarroz, Eielson, Gelman, etc.
RS: El género fantástico tiene un estupendo espacio en el microcuento. Se adapta a la perfección. Y esto es un arma de doble filo. Se puede volver una fórmula. El impacto final, causado por la ambigüedad entre lo racional y lo no-posible, activa una lectura fantástica de la historia. En mi caso, los primeros cuentos que escribí, y que hice bien en no publicar (por malos), fueron de corte fantástico. Después publiqué otros, también del género fantástico, pero quizás menos malos. Por eso estaba muy vinculado con este género. Luego de Habitaciones quise retomarlo. En Retratos familiares (2001) hay algunos de este corte, aunque yo diría más con toques de cuento fantástico que estrictamente del género. Y en Enciclopedia mínima fue el desquite.
IM: En la sección denominada “Monogatari” de Enciclopedia mínima, se aprecia una influencia del Haiku, podrías comentarnos ¿cuál fue el proceso creativo de estos textos?
RS: He tenido una relación muy estrecha con Asia. Viví en un pueblo de Corea del Sur a finales de los noventa y pude realizar algunos viajes a Japón. Sobre todo a Osaka y Kyoto. Todo esto fue maravilloso. Traté de empaparme de estas culturas y sus literaturas.
Además, de estudiante en Lima, tuve un profesor japonés, Shoji Nakaoka, que me mostró a muchos autores. Fue a través de él que empecé a leer El Kenji monogatari. Y leí muchos haikus. Lo interesante para mí fue ver el lado narrativo detrás de los haikus. Fue de este modo que me animé a escribir la sección llamada monogatari, que justamente podríamos traducir como historias de…
IM: Conocemos que pronto publicarás un próximo libro de microrrelatos, ¿podrías adelantarnos algo sobre este libro?
RS: En los últimos años me he visto muy atraído, como espectador, del proceso creativo plástico. Mi esposa es artista, sobre de grabados, y verla investigar, leer, observar, crear, me fue fascinando cada vez más. Ella y su creación, por supuesto. De ahí que me animara a escribir Enciclopedia plástica. En este libro el conjunto de microcuentos explora la materialidad de las palabras, trato de darle un giro al género, patear el tablero. En general he roto las reglas de este género cada vez que ha hecho falta. Por eso me he sentido muy libro al escribirlo.
Por cuestiones editoriales, (y estéticas también), me gustaría también publicarlo junto con Enciclopedia mínima en un solo conjunto. Tengo el nombre, pero me lo reservo por un tiempo.
Un libro: Confabulario, Juan José Arreola.
Una ciudad: Burdeos.
Una comida: Chupe de camarones.
Una confesión: Soy supersticioso.
Un deseo: Si lo digo no se cumple.
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