Qué cómo escribe el Adancito
Eso del proceso creativo es algo tan interesante. El ponerse a pensar en ello es interesante. Y lo digo porque estoy seguro que todos tenemos un proceso creativo, pero quizá los tipos como yo no lo miran del todo, o acaso es que no les queda del todo claro. Lo real, en lo que a mí respecta, es encontrarme con textos publicados firmados con mi nombre y decir: Carajo, ¿yo escribí esto? O el tan citado Ah, picarón, mira que bien escribes, Adancito. Esas cosas de lo más soberbias con las que siempre cargamos.
Desde que pude darme cuenta comprendo que la cosa está en romper con la hoja blanca. Puedo decir, y claro, que me surgen mil y un ideas todos los días y a todas horas, que todo motiva una idea para escribir. Mis perras que no dejan de ladrar, el estado de ánimo de mi corazón respecto a los amores y las amantes, y por supuesto mis hijos.
Sin embargo, me reconozco cual mexicano, irresponsable, respecto a ser disciplinado, con todo algunos logros he obtenido en mi vida personal que me hacen pensar, ¡Diablos, y si leyera más! ¡Y si perdiera menos el tiempo!, y no queda más que tomar lo que está a nuestro lado, enfrente de nosotros, en el espejo. Esto soy, esta carga de huesos, grasa y carne.
Volvamos al proceso creativo: Romper con la hoja blanca, he dicho, y es así como empieza cualquiera de mis historias. Yo creo que la disciplina en mi, estriba en ser un gran observador, un crítico de las cosas que ocurren en la sociedad, un crítico de la simpleza humana, tan retocadita por la soberbia, pero simpleza al fin. Cojo el teclado, abrimos el programa de textos, y al aparecer la hoja blanca procuro cubrirla de letras, de ideas que se van ordenando, y conforme avanzan, la memoria va creando su magia y las palabras se ordenan hasta formar ideas, y cuando descubro una idea la sigo, hasta que se me agote la fuerza. Entonces releo, cambio de idea, y releo, y luego leo de nuevo y voy limpiando, quitando aquellos equívocos.
El mismo camino me conduce acerca de la opinión, la minificción, el relato corto, el poema. El texto en sí mismo me va diciendo Hey, Adán, por acá no es, no se me apendeje. Hey Adán, métale más fuerza que esto se cae, se cae coño. Hey Adán, que no ha terminado conmigo, apenas comienza a dibujarme. Y así, uno olvida, relee, esconde, relee, y mientras va releyendo el texto, la vida continúa, y es así como trato de terminar una idea, y lanzarla a la lectura: publicarla, para poder abandonar el texto y comenzar con otra idea.
En ocasiones las ideas caen juntas. Muchas de ellas, y uno intenta defenderse, escribiendo a cuatro manos, a diez ojos, a tres mentes, para poder dar con todas, luchar contra todas y tratar de salir bien librado del libro de cuentos, del poemario. Todo concluye a buen fin cuando alguien lee, y dice: el Adancito está bien estúpido. Y uno sabe que esto de escribir ha llegado a buen puerto.
Adán Echeverría (Mérida, Yucatán, 1975). Premio Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva 2008, Nacional de Poesía Rosario Castellanos, (2007). Estatal de Poesía Joven Jorge Lara (2002). Becario del FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela (2005-2006). Ha publicado los poemarios El ropero del suicida (2002), Delirios de hombre ave (2004), Xenankó (2005), La sonrisa del insecto (2008) y Tremévolo (2009); el libro de cuentos Fuga de memorias (2006) y la novela Arena (2009).
excelente, sobre todo de las ideas..!!!!
ResponderEliminar