Continuando con nuestro proyecto “CALENDARIO MICROCUENTISTA 2016”, les proponemos la siguiente imagen como disparador al concurso de microficciones del mes de Febrero.
Recibiremos hasta el 28 de febrero de 2015, en el cuadro de comentarios de aquí abajo, las microficciones de todos los interesados en participar.
Recibiremos hasta el 28 de febrero de 2015, en el cuadro de comentarios de aquí abajo, las microficciones de todos los interesados en participar.
Las microficciones recibidas deberán cumplir con las siguientes Bases y Condiciones:
1. Podrán participar personas de cualquier nacionalidad mayores de 18 años.
2. El tema del concurso será libre, aunque debe estar relacionado de alguna manera con la imagen propuesta.
3. La microficción deberá estar escrita en castellano y ser inédita: no puede haber sido publicada con anterioridad en ningún espacio físico (libros, revistas, prensa, etc.) ni virtual (blogs, revistas digitales, portales web, etc.). Tampoco podrá estar participando en otro concurso ni esperando fallo de un concurso de la actualidad.
4. El texto no podrá superar las cien (100) palabras. Cada concursante podrá enviar hasta tres (3) microficciones en cada concurso mensual.
5. Las microficciones deberán ser publicadas dentro del espacio previsto para "Comentarios" al pie de la entrada en la que se publica cada foto.
6. La fecha límite de recepción de microficciones será el último día de cada mes.
7. Vencido el plazo, un jurado invitado elegirá cada mes al texto ganador y dos menciones especiales. Los tres textos seleccionados serán publicados en la Internacional Microcuentista. Los resultados se darán a conocer en el transcurso del mes siguiente.
8. A fin del 2015, la Internacional Microcuentista elaborará un calendario digital, de distribución gratuita, que contendrá las doce imágenes con los doce textos ganadores.
9. El envío de trabajos implica la aceptación total de estas bases y la eventual inclusión de su microrrelato en el "Calendario Microcuentista 2016".
10. Las microficciones que no cumplan con estas Bases no serán tenidas en cuenta para el concurso.
La imagen correspondiente al mes de febrero de 2015 corresponde al fotógrafo Christian Pereira Rogel.
Los invitamos a participar dejando sus textos como comentario.¡Anímense!
Espejismos
ResponderEliminarLos ruiseñores cantaban al salir del hotel, os lo prometo, el aire olía a flores de agua y las farolas se encendían a nuestro paso como estrellas.
Para vosotros, habitantes de la ciudad, dentro de los coches y las tiendas, era Navidad. Para nosotros se trataba de la magia del Amor recién hecho.
SIN REGRESO
ResponderEliminarCon la penúltima copa, abrazado a la madrugada, desafié a la vida. Una ráfaga me deslumbró.
ATAJOS
ResponderEliminarTodos van y vienen por las sendas oficialmente marcadas. Nadie se escapa de la norma, mil veces repetida. La Voz y las luces les guían como autómatas.
A veces, inesperadamente, alguien despierta, cambia el chip, ignorando la Voz y toma un atajo.
La Voz se pierde. La Libertad está a un paso.
- ¡Putas luces como deslumbran! Estoy hasta los innombrables de hacer todos los días la misma ruta, a la misma hora y con las mismas ganas. Mierda de vida en esta ciudad, se me van los años sin pena ni gloria y cuando por fin me jubile, si llego, averíguate como estaré. ¿Trabajar para vivir... o vivir para trabajar y no morir en el intento?
ResponderEliminarCICATRICES
ResponderEliminarMe voy. Sin reproches, sin despedidas, huyendo del resplandor de los rescoldos. Deprisa, con vértigo, sin mirar hacia atrás. Dejando que las heridas viertan las últimas lágrimas. Silbando con el viento y preparada para volar.
Bajo las estrellas
ResponderEliminarCae la noche mientras contemplo un día más el incesante goteo de coches. Forman un ordenado camino de lucecitas que van en busca de su hogar. Dentro de unas horas el camino de luces se irá apagando, solo quedarán las que iluminan mis noches y mi hogar de cartón.
Todo estaba dicho, sin volver la vista atrás seguí el camino luz, hacia un nuevo amanecer.
ResponderEliminarTu quedaste mirándome aliviada con tu nueva vida. Ya era solo un recuerdo...
BRONCAS
ResponderEliminarEra verano y escapé de tu violencia. Tres estrellas eran mi guía: dejarlo correr, no verte más y cambiar de ciudad. Aquella noche, los grillos callaron.
ResponderEliminarLA HORA BRUJA
La caída de la tarde saca brillo a su jornada diaria de vulgar oficinista. Como cada anochecer, de regreso a casa se desvía de su trayecto para contemplar la magia de las columnas dóricas iluminadas. En el silencio de su automóvil, también percibe cómo la luz se esparce en todas direcciones con los haces luminosos de las farolas, gráciles estrellas sobre la carretera contigua y la ciudad. En ese instante impreciso en que el cielo comienza a teñirse de negro, siente que en el fondo de su corazón late un poeta. Aún no lo han vencido.
PARIENDO ANGUSTIAS
ResponderEliminarInhaló y se quedó allí, parada sobre el puente peatonal. Pariendo angustias nuevas de dolores viejos, que enraizados en su vientre le subían por el pecho aflorando de sus ojos materializados en lágrimas. Y fue a través de las lágrimas que confundió, luces por estrellas, asfalto por sendero de luz, polvo por felicidad, brazos por alas.
LEY
ResponderEliminar"Detengamos el tiempo", me dijo. Y me besó.
EL OJEADOR
ResponderEliminarEn cada cuerpo, un corazón. Con cada latido, un río. Y éstos extendiéndose por la ciudad que se abre bajo mis pies.
Percibo con claridad el aroma inconfundible de la sangre, siento como satura mi olfato y me enciende. Nadie me ve; me atrevo a sonreír, dejo que los colmillos escapen de mi boca y ensayen un mordisco.
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ResponderEliminarLARGO TIEMPO DE EXPOSICIÓN
ResponderEliminarTe espero desde hace más de 2500 años. Te espero en la misma ventana del mismo cuarto dónde un día me dejaste herido de esperanza y vano amor. Mientras tanto, asisto a la velocidad de las cosas, a través de la gran pantalla del progreso de la civilización. Todo ha cambiado, excepto la luz que aún sale de mis ojos quemados de tanta espera y tanta noche.
André Domingues (Porto, Portugal)
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ResponderEliminarENCERRADO EN UNA CONCHA
ResponderEliminarAdvirtió que habían construido un nuevo edificio. ¿Qué era? Desde hacía diez años, pasaba por allí a diario. De la casa al trabajo y del trabajo a la casa. No recordaba aquel edificio. Antes había… ¿qué? No recordaba.
Un día se fijó en la inscripción del friso: Asamblea Suprema del Pueblo. ¿Qué había sido del Congreso Nacional? Cayó en la cuenta de que los compañeros habían comentado meses atrás algo relacionado con el gobierno, pero a él nunca le había importado la política. Quizá fuera verdad eso que le decían: que vivía encerrado en una concha.
Sentir
ResponderEliminarCruzábamos las calles veloces, nadie podía detenernos. Ni las luces de las altas farolas, ni los coches que atravesaban el asfalto con violencia. Nosotros queríamos sentir el frío, el viento, la adrenalina disparada. Pasamos de un estado al otro, rápido, centelleante. Cuando todo era luz, y luego, solo una mancha de sangre en la carretera.
FUTURO
ResponderEliminarEl hombre podrá superar la velocidad de la luz pero no sabrá a dónde ir.
La larga lengua de plata convertida en imán, me sedujo, sus luces morían en un túnel que me estaba esperando.
ResponderEliminarEspera
ResponderEliminarLo recuerdo. El día esperado. Tanta algarabía contenida, tanta ansia encarnada. Había quienes decían que la señal vendría del cielo, en la forma de ojo iridiscente. Aún no salimos del estupor: la perdimos. En el mar de destellos el aviso de su llegada se diluyó como un leve sueño.
ESTRELLA
ResponderEliminarLa enfermera le retiró las gasas con cuidado y él abrió los ojos muy despacio. Percibió un resplandor a través de la ventana y se acercó a ella fascinado. “Son estrellas” —le susurró su madre. Contempló el reflejo de la voz que le hablaba y lo tocó en el cristal. Estaba frío. Un rayo de luz rozó sus dedos y los calentó. Sonrió y su padre le dijo al oído “Es la luz de mamá”.
Silencio de luces
ResponderEliminarEl hombre se da cuenta, el lugar elegido para estacionar su auto no es el mejor, en cualquier momento las luces de la ciudad lo pondrán en evidencia y algo deberá hacer al respecto. Irse con la música a otra parte, tal vez, o poner marcha atrás con el viaje de su matrimonio. Hace rato que se encuentra estacionado en el peor espacio posible y no sabe para dónde rumbear. Será cuestión de acelerar, se dice el hombre, mientras mira las luces. Ellas no le responden, prefieren el silencio de un nuevo amanecer.
DESLUMBRAMIENTO
ResponderEliminarQuedaron todos extasiados al ver desde la ventana el resplandor de las grandes estrellas y los
rayos encintados sobre el asfalto, mientras, la luna, silente y tendenciosa, aborta lunas llenas
antes del amanecer.
PUEDO VERLO
ResponderEliminarEn las tierras bárbaras del norte surgirá un ser de una voracidad superior a la del mítico minotauro que no se contentará con un puñado de doncellas y muchachos, sino que reclamará un pueblo entero para saciarse.
Tras escuchar estas palabras, los entogados helenos prorrumpieron en sonoras carcajadas burlándose así de Casandra.
REFLEXIONES
ResponderEliminarLos carriles de la autopista separan el pasado y el presente, la historia y la vida. Contemplo desde arriba las luces que reflejan el vértigo de la existencia de los hombres y me apiado.Yo, que fui expulsado del Paraíso.
Acción
ResponderEliminar“En el principio fue el Verbo y el Verbo…”
-Hágase la velocidad, -decretó el Libre Albedrío.
Y aquí estamos, milenios después, convertidos en estelas hasta que alguien apague la luz.
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ResponderEliminarLas noctívagas
ResponderEliminarAl acabar el día, los bicharracos salen de la ciudad. Escapan. Nosotras observamos su huida. Esperamos impacientes a que oscurezca. Es entonces cuando abandonamos nuestros escondrijos subterráneos. Correteamos, buscando algún rezagado. Nuestra esperanza es que quede alguno. Su carne es tierna, deliciosa. Tenemos apenas unas horas para capturarle y devorarle. Sin embargo, la mayoría de las veces, casi siempre, debemos conformarnos con engullir la basura inmunda que dejan atrás.
Con las primeras luces del alba, llega el momento de volver a nuestras madrigueras. Los exterminadores comienzan a recorrer las calles.
La vida de las ratas no es envidiable.
CIUDAD INTELIGENTE
ResponderEliminarPatricia Kieffer
Bajó del autobús a medianoche y caminó por la estación desierta. Había llegado a Cosmmos, ciudad famosa por su tecnología de avanzada. Le asombró la extrema limpieza de esas calles. Ni un papel, ni una colilla, ni una hoja. De puro trasgresora tiró al suelo el boleto del autobús. Luego el envoltorio de una golosina. Cuando miró atrás, habían desaparecido. Empecinada, empezó a tirar cosas de su cartera al suelo; todas desaparecían. Tarde leyó el cartel digital: "Alerta: todo residuo será eliminado por nuestro sistema inteligente. Si comete más de tres infracciones, usted también será eliminado".
CONFUSIÓN
ResponderEliminarPatricia Kieffer
Corría una mujer por Ciudad Gótica, gritando.
—¡Señor Batman! ¡Señor Baaaatmaaaaannn! ¡Socorro!
Detuvo su loca carrera cuando se topó con el encapotado.
—¡Por fin lo encontré! ¡Tiene que salvar la ciudad! Resulta que...
No pudo continuar. El encapotado miró a la mujer fijamente y la hipnotizó. Luego hundió sus colmillos en el cuello y bebió toda su sangre. Al retirarse, le dirigió una última mirada al cadáver que yacía en la calle y dijo para sí: “Tuve suerte de caer en esta ciudad, donde nadie sabe la diferencia entre un murciélago y un vampiro.”
DIFERENCIAS.
ResponderEliminarPrimero fue una carretera para hombres y otra para mujeres. Más tarde construyeron una para blancos y otra para negros. Después, una para ricos y otra para pobres. Al final llegó la noche y las luces iluminaron la locura de la Humanidad.
Reflejos
ResponderEliminarLas luces de las ciudades manifiestan cierta tendencia al engaño y a la inmediata confusión. Eso es sabido y aceptado por los que nos atrevemos a conducir vehículos cuando esa tendencia adquiere su mayor fuerza. Resulta paradigmático el caso de la mujer de los ojos tornasolados que, durante una madrugada a full, al atravesar con su automóvil la zona brutal, sufrió las consecuencias de haber sido sometida al laberinto de las iluminaciones. Al parecer todavía anda por allí, recorre las calles de su infancia, sus ojos en lucha con las luces y sus reflejos de adentro y de afuera.
ADELANTE
ResponderEliminarLas luces le deslumbraron. La distancia le parecía eterna. Se sintió como una hormiga en la inmensidad del Universo.
¿Merecía la pena seguir? ¿Alguien le esperaría al final del camino?
Se detuvo, tomó aire, miró hacia adelante.
Siempre adelante.
OTRA NOCHE, LA MISMA HORA
ResponderEliminarInstala el trípode en medio del puente, sobre la carretera. Con manos expertas ajusta la cámara en modo manual. Exposición larga, diafragma cerrado, velocidad lenta. Saborea el poder sobre su atalaya. Debajo, los hombres desafían la oscuridad natural. Por fin activa el disparador automático y con él una suerte de magia negra. El objetivo ha atrapado las estelas de los vehículos y las almas de sus conductores. La ciudad incrementa el número de muertos vivientes. El enviado de Belcebú recoge el equipo y se marcha con sus capturas. Volverá mañana.
Navidad en Febrero
ResponderEliminarEn el corazón de cada hombre existe un tiempo para comenzar. Este año lo empecé un poco más tarde, exactamente en Febrero. La ciudad se vistió de gala para recibir la noche y ahí estaba yo, con mi gorrito de fiesta y mi matasuegra. Tomé una uva por cada coche que pasó hasta hacer 12, entonces salté sobre ese mar de luces. Comienzo y final, cerrando un ciclo perfecto.
VIAJANTE
ResponderEliminarAutos, calor, el tedio en la ruta… viajar de día nunca fue lo suyo. Atraviesa la cabina de peaje y sigue su camino hacia la próxima ciudad. La noche le extiende su alfombra luminosa y, con todos los honores, recibe a la polilla.
Mariángeles Abelli Bonardi
(Neuquén, Argentina)
Cuando vi la foto no pude creeelo; eras tú en una síntesis a lo largo de tres años de nuestras vidas, yendo y viniendo. Nunca lograste quedarte. Ya no consigo visualizar tu rostro con un mínimo de acierto. Buen viaje!
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ResponderEliminarLA FELICIDAD.-
ResponderEliminarMe inquietó de repente, el movimiento inesperado de tus manos, desprendiéndote de la falda ajustada de satén que estrenabas aquella noche. Acogotado como además me encontraba, por las luces cegadoras de un amanecer que parecía tan solo nuestro.
Inclinada ahora tu cabeza sobre mí pecho, avanzando a gran velocidad por una avenida que se nos mostraba abierta y prometedora, anhelábamos dejar atrás un mundo que nos parecía más que siniestro, inhumano, inabarcable.
Tú y yo, solos en la madrugada, escapando de un destino impregnado con el aroma de la desdicha.
La ciudad eléctrica
ResponderEliminarSeñales inequívocas. Los destellos iluminaron durante algunos minutos los objetos a aniquilar. Las líneas rojas mostraron a los robots la ruta que debían seguir. Las blancas marcaban los caminos no transitables llenos de minas. El ataque se produjo por varios flancos. En cuestión de horas el enemigo se hizo con la ciudad. Destruyeron todos los edificios y redujeron a una nada vacía todas las vías que condujeran a alguna parte. Como un testigo del destiempo, seguía en pie un templo griego que, desde un promontorio con pesada mudez, desafiaba el corto entendimiento de las máquinas exterminadoras.
Viaje etéreo
ResponderEliminarNocturna ciudad, extranjera para mí, me has dado un dulce sentimiento de calor corpóreo, terrenal, limpio y simple, un futuro prometedor pero vacío. Tu espíritu comunica vidas ajenas, energía y brío; así de repente puedo olvidar que sólo intentas borrar ofuscación y dolor. Vine a perderme en ti y lo he logrado con tus luces falsas y comprada algarabía en el viento ocultaste por un instante el lado oscuro de mi ambición tardía.
Deliberación
ResponderEliminarEn el crepúsculo, después de asistir como oyente en la fábrica de togas, me gusta observar la ciudad desde este puente que me hace de balanza. La maternal calle que durante el día acoge en su seno a los desahuciados, niños abandonados y ancianos desvalidos, se llena con los arrieros de la noche que buscan a los consumidores de placeres entre relejes de neón. Es la hora del cortejo de las luciérnagas. El hombre inventó la luz artificial para recuperar el color de los sentidos. Es en estos momentos cuando dudo de que la nocturnidad sea o no un agravante.
POLILLA
ResponderEliminarAtraída por la hipnótica belleza de aquellas estelas luminosas, avanzó hacia la carretera.
EXPOSICIÓN
ResponderEliminarMe encontraba allí plantada, sobre un paso elevado. Con los ojos bien abiertos y la mirada perdida, sin pestañear, percibía los coches pasar, pero solo quedaban en mi retina las estelas de sus luces. Así estuve cinco minutos, quizás diez, hasta que escuché el "click" y los ojos se me cerraron. Sentí que volvía al reposo de la bolsa junto al flash, que esa noche no trabajó.
RUTINA
ResponderEliminarCaminé hacia la luz. Seguí andando, percibiendo el misterio del lugar. Él no discutió. Era una difícil intervención abdominal. El torrente sanguíneo se llevaba todo sin control, arrastrando a los catorce enmarcarados lanzando antorchas hacia ellos.
Era ya un hombre viejo. Se resistía a marcharse. Haría un trato con el diablo y entraría al eterno descanso al final aabsoluto, ordenando el cielo y los dinteles.
Finalmente extrajo la bala. Santiago la esperaba con la cena a punto.
El discurso del alcalde
ResponderEliminarTerminó de hablar. Cuando apagó la cámara, se secó el sudor que le cubría el rostro. Se tomó morosamente un gin tonic. Luego, se asomó a la ventana de su despacho y contempló las luces traseras de los coches. Como había previsto, la ciudad se estaba quedando vacía. El alcalde no pudo reprimir una sonrisa: sin habitantes, la ciudad sería mucho más fácil de gobernar.
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SUICIDA
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La ciudad se cortó las arterias. Los autos salieron a borbotones.
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ResponderEliminarMUSEO DE HISTORIA NATURAL
ResponderEliminarComo todas las noches, los autos pasan e iluminan la hilera de columnas. No es raro que entre ellas se filtre la luz, ni que los haces inunden las vitrinas, lustren las estatuas, acaricien el lomo del tigre embalsamado. Pero resulta llamativo que hoy, justamente hoy, los insectos no recorran sus vitrinas, las estatuas no parpadeen, y que el tigre, camuflado por las luces y las sombras que proyecta la hilera de columnas, no haya salido a cazar.
Mariángeles Abelli Bonardi
(Neuquén, Argentina)
NOCHES FURTIVAS
ResponderEliminarLas lineas rojas imaginarias del atlas se desdibujaban en mi mente, creando apresurados y caprichosos encuentros encubiertos por la noche. Besos clandestinos que silencian la culpa e incitan a dejarse llevar por el deseo.
Tras el último resplandor de los faros, la luz del día nos sorprende ... y exhaustos, nos deja a merced de la realidad, la prisa y la monotonía.
Geografía ciudadana
ResponderEliminarDesde el puente los automóviles le daban la espalda en una sinfonía de rojos y amarillos Era la hora en que las formas se deshacían, las luces iban adquiriendo estatus de estrellas. .Las columnas de la facultad, en su alternancia , jugaban en el encuentro con las sombras.
Parado en esa geografía de lo cotidiano, él no sabia si abreviar el vacío de su pecho con el acto final de un código secreto…
Entonces pudo decirse que era un hombre caminando el borde filoso de un recuerdo , purgando lo inusual de una condena sin cárceles ni presos…
Guarida
ResponderEliminarBocinas cada vez más estridentes, luces de neón que van y vienen. Desnuda y con la cabeza entre las piernas, permanece a un costado de la autopista.
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ResponderEliminarA PRISA
ResponderEliminarViajó a toda velocidad esa noche, tanto que salió de este mundo por el parabrisas de su coche.
EL MANANTIAL
ResponderEliminarLa noche dibuja contornos y miedos imprecisos, cuando noto una vez más, el bisturí seccionarme el pecho. Como todas las noches, mis venas comienzan a derramar fantasías, y se prolonga una hemorragia por toda la ciudad. No siento dolor, pero el frío penetra en mis entrañas.
Bajo una luz de mercurio, sobrios doctores de mármol buscan la fuente que alimenta aquel torrente de sueños. Sus dedos de látex diseccionan, escarban, escudriñan… pero finalmente se rinden. Guardan silencio. La ciudad se traga las sombras. Despunta el alba. Poco a poco podré restañar mis heridas, aunque temo que mañana volverán a intentarlo.
DESAPARECIDO
ResponderEliminarCuando desperté me encontraba tirado en el suelo, junto a mi coche. Recordaba que salía de dar clase en la facultad de derecho cuando unos hombres me encapucharon y me llevaron a la fuerza. Luego las preguntas y los golpes, luego el dolor, luego nada.
Era de noche y las luces de las farolas dañaban mis ojos que apenas conseguía abrir para ver acercarse dos sombras. De un puntapié alguien me sacudió: “Este cabrón sigue vivo, remátalo”.
Fantasmas
ResponderEliminarNos dormimos en las esquinas justo antes de que amanezca, para no ser testigos de la ciudad despertando, de los semáforos poblándose de coches ansiosos de verdes, de los entramados de trajes y corbatas entrando en las bocas de metro. Rehuimos el olor punzante de las cafeterías recién abiertas, y los taconeos ágiles de las secretarias en las aceras. Echamos de menos los apretujones, el ascensor plagado de perfumes, los papeles esperándonos otro lunes más. Todo eso de lo que antes renegábamos. Hasta que un sobre y una palmada nos convirtieran en invisibles fantasmas, merodeadores incansables entre inseguros supervivientes.
En el tiempo:
ResponderEliminarNuestro pueblo a cambiado mucho. Nunca pensé que llegaríamos a tener innumerables autos ocupando las calles, en que la noche sería conquistada por la luz artificial, pero nunca imaginé que los seres humanos se volvieran tan inmorales y sin principios. Él tenía razón en todo lo que me dijo, seguiré tomando fotos con esta moderna cámara para mostrarles a todos que tenemos que cambiar, porque no nos gustaría tener un futuro así, tan inhumano, lo único que me gusta es la tecnología. Pero seguiré investigando antes de volver a 1790.
Travesuras de un fanfarrón
ResponderEliminarLlegué a creer que no volvería a verla, ni a recorrer aquella ruta, pero me equivoqué. Volví a transitar entre miles cada noche, por la misma vía, a la misma hora y a la velocidad de un rayo. Así, que una noche de esas, para romper la rutina, me subí a su auto. Desde entonces viajo con ella, por la misma vía, a la misma hora y a menor velocidad. ¡Me encanta verla nerviosa, hablando sola!
CATÁSTROFE
ResponderEliminarFrente a la facultad de Derecho una lluvia de estrellas intentó iluminar Verdad y Justicia, pero los automóviles de alta gama, con sus imponentes luces atropellaron todo.
EL EGO FUGITIVO.
ResponderEliminarEmprendió viaje dirección ninguna parte, con la noche a cuestas y las luces colgando con las voces de mil gritos en su mente resonando, muy adentro, en los recovecos de lo personal; pisó el acelerador huyendo de sí mismo. El alma, el remordimiento, fueron con él, de copilotos, sentados a su diestra y su siniestra, susurrándole en cada instante, a cada momento, el peor de sus lamentos: su identidad.
TDAH
ResponderEliminarMi papá dice que el déficit de la ciudad es grave. No puede ser cierto porque desde mi ventana, antes del amanecer, se ve muy bonita.
Como casi no duermo, he oído a papá decir que el déficit es presupuestario o algo así; mi mamá se queda callada. Tal vez ella tenga un déficit palabrario.
Yo miro por la ventana hasta que las luces parpadean en mis ojos. La ciudad no me mira a mí, mira para todas partes, es hiperactiva. Yo la entiendo.
Mañana, si papá no vuelve muy tarde, se lo voy a explicar.
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ResponderEliminarLos que viven en las nubes no son como nosotros.
ResponderEliminarContemplan la autopista repleta de extrañas máquinas rodantes. Emitiendo inquietantes reflejos metálicos.
Ellos tienen su océano, surcado por miles de hermosos peces de colores. Y en el fondo del mar, brillantes anillos plateados.
Los que vivimos con los pies en el suelo no podemos imaginar que atrapando un anillo, sumergiéndose en ese mar, se consigue el pasaporte para la eternidad.
Mientras dura su viaje quizás descubren mundos paralelos, solidarios, maravillosos.
Pero será tarde, nunca nadie será capaz de poder revelarnos el verdadero sentido de la vida. Imposible el regreso. No.
Eterna vigilia
ResponderEliminarEl último mensaje que me envió llevaba como título una frase de Pizarnik en la que no puse demasiada atención. Regresé a su departamento después del entierro. Sobre la pared pintada de blanco y casi despojada por completo, una foto: la había sacado ella. De cara a esa imagen comprendí el porqué de su decisión.
AMANECER
ResponderEliminar¡Despierta!, ¡Quédate conmigo!, -le dijo desesperado.
Ella nunca vería el sol nuevamente. Las farolas iluminaron el asfalto sangriento.
Luis Buchelli febrero 20, 2015
LA MADRE
ResponderEliminarEn el último momento, la vocecita de Jana en el asiento trasero me hizo dar un volantazo antes de salirme en aquella curva. Miro por el retrovisor: nuestra pequeña se parece dolorosamente cada vez más a ti. Ahora consuela a su muñeca con la misma nana que inventaste para acunarla cuando una pesadilla le asaltaba en sueños. No ha vuelto a pedirme que se la cante; en estos cuatro meses hemos aprendido juntos a no vernos llorar.
Ella siempre cerraba la ventana, a la Noche, para no percibir las luces que en ella habitan. Decía que sus estrellas eran quimeras, que sus estrías serpenteaban vidas, y las figuras perfectas acaudalaban secretos, de otras vidas. En la oscuridad de la noche, mora el hechizo de los tonos grises. Seamos rumor, y dejemos que su oscuridad nos convierta en clandestinos, mientras nuestros cuerpos golpean cada textura de nuestra piel.
ResponderEliminarHagamos que se demore la noche hasta que las luces mueran, y regresemos para ser, mortajas del mañana.
El ciego que devino en mudo
ResponderEliminarTras pasar una noche en la UCI y varios días más hospitalizado, llegó el momento definitivo de enfrentar sus ojos a la luz.
-Será un gran momento -anunció el oftalmólogo.
-Sentirá una gran ansiedad -predijo el psicólogo.
Bajo una luz tenue liberaron sus ojos del vendaje. El paciente sintió una brisa suave en sus párpados y pronto puso rostro a las voces que le rodeaban. Se incorporó asombrado. Pero una mirada furtiva se coló por un resquicio del ventanal y acertó a balbucir.
-¿Eso? ¿Ciudad? ¿Tráfico?
Fueron sus últimas palabras, pues quedó mudo para siempre.
Rebelión
ResponderEliminar-Te dije que las rojas veníamos sólo a llenar espacio. Nosotras hacemos el número y las blancas son las que miran siempre desde arriba, si no nos unimos nunca venceremos a los humanos.
Omar Julio Zárate
La Odisea 2.0
ResponderEliminarEl murmullo se intensificó hasta convertirse en una hipnotizante melodía y Ulises, embelesado por el canto de las sirenas, permitió que su nave siguiera peligrosamente la musical tentación; cerró los ojos, extendió los brazos y pretendió alcanzarlas... "¡Ulises!", retumba en su oído una voz estridente. "Mira la autopista, vas a estrellar el taxi con la ambulancia de enfrente. Siempre con tus ensoñaciones; bien me lo decía mi madre..." Ulises coge el volante, frena un poco y refuerza cada "sí, cariño" con la sonrisita triste de disculpa de cuando le da por soñar.
ARTIFICIAL.
ResponderEliminarAbandonó el bar de madrugada y se propuso regresar a casa. Se sumergió, entonces, en la eternidad de la urbe. Su alma -o lo que sea que tengamos- sintió la náusea existencial, el vértigo ante lo desconocido, el horror que provoca lo imprevisible; aquello que no osamos controlar. Un vahído casi lo estrella contra el suelo. La fluorescencia no lo consolaba, de modo que entró en otro tugurio. Pidió un whisky más.
Lluvia de sombras
ResponderEliminarHabía contemplado las siete maravillas del mundo natural. Las pirámides incas, las cuevas de Altamira, los meandros cansinos del Mississippi y los ojos inocentes de su hijo al nacer. Las estampas en su memoria darían abasto para emborracharse de imágenes en el ocaso de su vida. Aquella tarde antes de perder la vista percibió cómo frente a él los coches apresurados dejaban en la carretera una estela de colores desteñidos y la luminosidad huía de su mirada. Y en un instante cualquiera, como si alguien con malicia le hubiese apagado la luz, se quedó para siempre a oscuras.
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ResponderEliminarCONVERGENCIA
ResponderEliminarTodo ha seguido sucediendo al ritmo de siempre mientras yo no he parado de correr.
La ciudad respira con automatismo vital indiferente a mis prisas. El mismo ir y venir de niños y viejos que antes fueron niños, de honrados vecinos, de señoras con las bolsas del sùper, de jóvenes entrelazados, en una cadencia tan pautada que parecen latidos.
-Parece que fue ayer- me digo, pero al reloj de la plaza le da igual que yo no quiera ver el tiempo morir y ha dejado caer, de golpe, los veinte años de ausencia sobre mis hombros.
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ResponderEliminarRelato portátil
ResponderEliminarDejé mi cuento por acá… Si, lo dejé enchufado, cargándose. Se está llenando de luces futuristas y destellos en ocasos de urbes porteñas, entonces debo regresar a mi manuscrito escrito a máquina, antes que la noche me pese y se duerma a oscuras.
ATORMENTADO
ResponderEliminarTumbado en el sofá, fumando, el rumor del fuerte viento me atormentaba con tristes recuerdos del pasado. Apagué el cigarrillo, tomé las llaves del coche y bajé al garaje. Comencé a circular sin rumbo fijo a toda velocidad, seducido por la noche y las luces que me rodeaban como guardianes que te conducen al patíbulo. Cuando fui capaz de reaccionar ya era demasiado tarde.
DESDE LA ATALAYA
ResponderEliminarDesde esta privilegiada atalaya observo cientos de vidas transitar a gran velocidad. Gente que, acomodada en rápidos caballos de metal, se siente feliz ignorando a sus semejantes. No les culpo. Cuando dejamos de servir de excusa, las personas nos convertimos en un incordio. Algunos pocos, como yo, incluso para nosotros mismos. Por eso estoy subido en este puente. Por eso he decidido irme también de viaje.
Cifras
ResponderEliminarMuchas noches de tedio, como hoy, iluminamos de rojo todos los carriles de la circunvalación de acceso a la ciudad. Entonces, nos reunimos en torno a los monitores y se abren las apuestas de cuantos coches habrán de circular antes de que uno se salga de la vía y la calzada recupere su gris habitual. Hasta la fecha, diez ha sido el número más alto de coches al que hemos llegado, dos las apuestas que he ganado, quince los accidentes y trece sus víctimas mortales.
Desajustes en el planeta Tierra
ResponderEliminarDicen que hubo un tiempo en el que la luz y la oscuridad tenían repartido el mundo, de manera que cuando una de ellas reinaba, la otra se apartaba con discreción. Pero llegó un día en el que la luz, en un ataque de ambición, empezó a rasgar las tinieblas con malas artes allá por donde pudo, creando un caos delirante que rompió la quietud de las noches y trastornó la vida de los terráqueos hasta lo que hoy conocemos.
Aseguran algunos que este hecho es la madre de todas las paranoias terrenales.
El Tráfico
ResponderEliminarCon alcohol en sus venas, Antón se detuvo en la banqueta del puente. Cada vez que pasaba por ahí, las luces de los carros le recordaban su soledad. Ese día no pudo más y se unió a la corriente del tráfico.
JUSTICIA
ResponderEliminarEl cadáver había aparecido en el interior de la Facultad de Derecho de la ciudad de Buenos Aires. Por las marcas y por el lugar del crimen, los investigadores determinaron que el asunto era obra de una secta emparentada con la cultura clásica grecorromana.
El único sospechoso presentó pruebas evidentes de su inocencia. Pero fue llevado a prisión. Lo vieron entrar a la cárcel reclamando justicia en nombre de Dios. Alguien le aconsejó que se resignara, porque no había forma de implorar ni justicia divina en una ciudad en la que los dioses habían huido ya de todos los templos.
Insustancial
ResponderEliminarDespués de hacer un estudio exhaustivo del tráfico por hora, día y velocidad, comprobé y recomprobé la teoría que me ocupó los días y noches de mis últimos veinte años. Sin miramientos, y absolutamente segura de mi descubrimiento, debería lanzar tu amor al pavimento. Para validar la teoría y asegurar que nada alterase el resultado, también tendría que arrojar el corazón con todo y envoltura. A la hora de comprobar la teoría confronté un problema sustancial, el peso del objetivo no enmarcaba en escala alguna. Desistí.
Punto de fuga.
ResponderEliminarVoy detrás de ti, sangrando, y no voy solo. El fantasma de mi rastro a ambos nos persigue, delatando nuestro negro refugio infinito
Imitatio vitae.
ResponderEliminarJusto al atardecer, cuando las farolas brillan como estrellas nacientes, yo hago mi personal imitación: nazco vivo y muero en tu regazo, sin solución de continuidad.
La hora postrera.
ResponderEliminarLlegó. Parecía que no iba a llegar. Pero llegó. Vino, me miró y quedé vencido por su belleza eterna purpúrea. En un soy pero no soy aun siendo, breve soplo.
Luces II
ResponderEliminarSólo había velocidad en la luz de sus ojos, de manera que no podía yo saber si lo que estaba viendo en ellos ocurría en ese instante o había ya ocurrido, como si se tratara de una estrella muerta.
Luces I
ResponderEliminarLuces de las estrellas extinguidas. Luces de los huesos de animales que murieron. Luces de los autos que pasaron por aquí, justo en el sitio donde me pregunto qué pasado estás trayendo ahora, que luces bella, bella, bella.
Luces II
ResponderEliminarSólo había velocidad en la luz de sus ojos, de manera que no podía yo saber si lo que estaba viendo en ellos ocurría en ese instante o había ya ocurrido, como si se tratara de una estrella muerta.
Nocturnidad y alevosía
ResponderEliminarLa ciudad estaba vacía. Se sentía poderosa al volante del coche, la música todo volumen, las ventanillas bajas y la brisa nocturna redibujándole el rostro. Superaba la velocidad máxima, los semáforos en rojo, las señales de stop, las reglas. Y superaba también la voz oscura repitiéndole que los automóviles no son cosas de mujeres.
La noche había empezado mal, como tantas. Pero terminaría mejor, infinitamente mejor.
Recordó el cuerpo inmóvil inmerso en un charco bermellón. Y sonrió satisfecha mirándose en el espejo retrovisor. Cuando empezaba a sentir miedo, acariciaba el cuchillo envuelto en el asiento contiguo. Y pisaba el acelerador.