Del asfalto hirviendo emerge un humo gris, consecuencia del roce seco con los neumáticos del deportivo. A unos cuantos metros, un camión se acerca a ciento diez kilómetros por hora. Simultáneamente, un ángel vuela raudo hacia la escena, fiel a su condición de guardián. El deportivo queda inmóvil en medio de la carretera después de dar un último trompo. Cuando alcanza a verlo, el conductor del camión pisa el freno hasta el fondo. El ángel desciende presuroso mientras algunas de sus plumas se desprenden en el vuelo. Los buitres observan. El camionero fracasa. El querube también.
Esteban Dublín, Los cuentitos, 2012.

Los ángeles..en estos tiempos modernos..ya no pueden salvar a nadie..es que no han actualizado el software.
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