Mármol. El metro de Moscú. Un anciano
desdentado que se acerca y pregunta: ¿Se lo imagina? Y, sin darte tiempo a
responder, menea la cabeza: No, no se lo imagina.
Y puedes preguntar: ¿qué? o bien no
preguntar nada. Su respuesta será la misma:
¡Pumba! Estalla la Primera Guerra
Mundial. Y allá que nos ordena ir el Zar: ¡a que nos acribillen! Menos que
animales éramos para esa gente.
¿Y en la retaguardia? Casi peor. Hambre.
Y un frío de mil demonios. Cadáveres y desesperación en todas direcciones y
¡plaf!: se desencadenó la Huelga General.
Y ¡pum! ¡pum!: la policía mata gente. Y
la gente mata policías. El Zar llama al ejército pero después de la primera noche
se une al enemigo: el Consejo de Trabajadores de Petrogrado.
Y el Zar va y abdica en su hermano. Pero
él no quiere saber nada. Los liberales y los socialistas constituyen el Gobierno
Provisional. Y sacan de la cárcel a los presos políticos. Y establecen la
libertad de prensa y los derechos civiles. Y prometen la jornada de ocho horas,
el reparto de tierras y el fin de la guerra.
Y en las calles, colaborando con el
gobierno y vigilándolo de cerca, los Consejos de Trabajadores y Soldados. Y
dentro de ellos, todavía en franca minoría, hombres con nitroglicerina en lugar
de sangre: los bolcheviques.
El calendario corre. Pero las promesas
del Gobierno Provisional no terminan de sobrepasar el papel. Los soldados
desertan. Y Lenin vocifera que la panda de soplapollas que nos gobierna jamás
dará al pueblo lo que es suyo. Todo el poder debe ser para las asambleas. ¡Todo
el poder para los Consejos de Trabajadores y Soldados!
Y los soldados de Petrogrado se niegan a
marchar al frente. Y la represión se desata sobre bolcheviques y obreros. Y
Kornilov: bum-bum-bum: disparando sobre los soldados que se niegan a luchar.
¡Todos tienen una mano en el timón!
¡Todos quieren dirigir el rumbo de la gran nave de la nación! ¡Zaristas!
¡Militares! ¡Bolcheviques!
Kornilov decide marchar sobre Petrogrado
y acabar de una vez con el sindiós. El Gobierno Provisional se encoge de
hombros. Los bolcheviques se colocan al frente del Consejo para defender la
capital. ¡Y repelen a Kornilov!
Aquella madrugada del 24 al 25 de
octubre del que solía ser nuestro calendario, aquel año demoledor que fue 1917,
el Consejo de Obreros, Marinos y Soldados de Petrogrado toma el Palacio de
Invierno.
¿Y sabe qué? Nadie lo notó. Las tiendas
y las cafeterías permanecieron abiertas, los tranvías seguían circulando. La
primera vez que los desgraciados y los parias de la tierra logran hacerse con
el poder en una nación y apenas nadie está mirando, ¿se lo imagina? ¿Lo puede
imaginar?
Nosotros tampoco.
Desde la primera línea, esta semana
lanzarán sus proclamas Julio Ortega,
Ricardo Virhuez Villafane y Esteban Dublín. El sabio Jean Louis Cifec expondrá sus
revolucionarias teorías sobre la microficción, Entrevistaremos a Roberto Perinelli, y visitaremos un
buen lugar donde conspirar: el Café Murmullos.
Prometedora semana, por lo que leo.
ResponderEliminarEse anciano creo que tenía todas las respuestas, y es que nunca miramos, no nos enteramos de lo que sucede más allá de nuestras narices, y a veces ni eso.
Saludos,