Si llega a saber cómo iba a terminar el
oficio, no se deja coronar… Si llega a saber que los reyes acabarían por ser de
pega…Sin barba… Sin corona… Sin espada… Sin distinguirse de cualquier plebeyo
adinerado...
Ya le gustaría a Orduño II haberles
visto en su época, cuando los árboles genealógicos desaparecían por arte de
magia y cualquier noble levantisco se calzaba la corona en tu lugar, después de
arrancártela junto con la cabeza… Ya le gustaría haberles visto cuando los
límites fronterizos no estaban tan claros y uno tenía que andar todo el día a
la gresca por un palmo de menos o de más… Y rodeado de infieles… Infieles donde
pusieras los ojos…
Uno se levantaba por la mañana, se ponía
al frente de 30.000 jinetes y cabalgaba todo el santo día para atacar una
ciudad, saquearla, prenderle fuego, y regresar al castillo, acarreando con
4.000 o 5.000 esclavos…
¿Qué se moría tu hermano?... Allá que
ibas a encargarte de su reino… Más nobles levantiscos… Más infieles… Más ciudades…
Y venga a cabalgar a troche y moche… Que
si someto musulmanes… Que si saqueo una ciudad… Que si escarmiento a ese conde
altivo que no rinde tributos…
Y todo a mayor gloria de Dios, ojo… Que
también tenía uno que levantar iglesias y ofrendar tesoros… Y venga a aguantar
misas y bendiciones interminables… Y venga a incendiar pueblos y ciudades… Y
venga a degollar infieles…
Total, para que cada dos por tres te
derroten, te incendien las ciudades y te hagan echar para atrás las fronteras
un día sí y otro también…
Eso no era todo… Entre medias, había que
engendrar… Había que engendrar hijos a mansalva porque no te creas que todos te
llegaban a crecer, y lo importante era dejar alguien que hiciera perdurar la
barba y la corona, no fuera a ser que algún noble levantisco se inventara que
Dios le había elegido para mandar a él…
Antes de darte cuenta, te ensartaban en
una batalla o palmabas de muerte natural… Habías llegado a reinar un total de
catorce agitados años y al final el trono no pasaba a tus hijos porque un
hermano listo que tenías, Frusuela, lo usurpaba para él.
Demasiado esfuerzo para lo que sus
sucesores en el oficio acabarían haciendo con él… Pero, claro: nada de esto
podía saberlo Orduño II, aquel 12 de diciembre de 914, cuando recibió la corona
del Reino de León, dispuesto a mantener la altísima dignidad de su cargo…
En la Corte de la Internacional Microcuentista esta semana ejercerán de narradores Eduardo Berti, Alberto Gálvez Olaechea y Martín
Gardella, y se desentrañaran los secretos del códice El libro de los abrazos, de Eduardo
Galeano.
Recuerden, además, dos citas
ineludibles: la de nuestro certamen navideño, que versa sobre el tan ansiado
fin del mundo y, para los residentes en la zona, una doble presentación: Los otros mundos, de Rosana Alonso, y Sentido sin Alguno, de AgustínMartínez Valderrama, que tendrá lugar este sábado 15 de diciembre en la Microbiblioteca de Barberà del Vallés,
y en la que ejercerá como maestro de ceremonias el sinpar Jesús Esnaola.
Gracias Fernando, intentaremos ir a las dos citas.
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