Me gusta imaginarlos en bermudas,
camisa hawaiana, cóctel con sombrilla y habano entre los labios. Un par de
jubilados que navegan por la costa de Malta. Recordando anécdotas. Charlando
como dos viejos amigos.
Después de la hora de la siesta,
deciden poner fin a una vieja competición, una partida que llevan jugando casi
toda la vida y que tiene por tablero el planeta.
El juego se llama Guerra Fría.
Ellos dicen que lo titularon así porque fue una extraña guerra en la que sus
contendientes no llegaron a chocar jamás. Ambos pasaron la mayor parte del
tiempo acumulando armas y realizando cálculos de beneficios y pérdidas que
siempre arrojaban el mismo resultado: si ataco primero puede que gane. Pero
también puede que pierda. En cualquier caso, nos llevaremos por el medio el
planeta…
Ambos brindan ahora, en este
atardecer maltés, felicitándose sobre la sabiduría de su estrategia. Al fin y
al cabo, el planeta es el lugar donde uno pone los pies y por donde navegan los
barcos y hubiera sido una pena acabar con él.
La verdad es que no sé por qué me
lo imagino de esa forma cuando he visto mil veces cómo sucedió en realidad. No
había sol. Hacia un viento huracanado y un oleaje del demonio. Tampoco George H.W.
Bush y Mijail Gorvachov vestían bermudas y camisas hawaianas, ni estaban
jubilados. Eran los líderes de EEUU y la URSS respectivamente. Y si bien es
cierto que en su partida demente no llegaron a atacarse el uno al otro, no lo
es menos que sacrificaron cientos de miles de fichas en toda Asía, Europa,
África y América Latina y que, en más de una ocasión, estuvieron a punto de
freír el planeta a base de bombas nucleares y de hidrógeno.
Sé que aquel 3 de diciembre de
1989 los dos hombres más poderosos del mundo sonreían y se daban la mano, mientras
declaraban haber puesto fin a la Guerra Fría. Lo que ya no me explico es por
qué estoy convencido de que el mar se los tragó justo después.
Decididos a no alinearnos en
ninguno de los dos gigantescos bloques, esta semana tendremos los cuentos de James Joyce, Javier de Navascués y Víctor
Lorenzo Cinca, y trataremos de la antología de Borges y Bioy Casares, Cuentos breves y extraordinarios.
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