Hay otros mundos, pero están dentro de nosotros, ocultos tras la piel, bajo la sima de la garganta que desciende a lugares más tenebrosos que el centro de la Tierra, en los túneles por donde corre la sangre como un caudal de aguas turbias y rojas que inundaran las alcantarillas de una ciudad de otro planeta, en la llanura sonrosada y convulsa de los pulmones, en ese cóncavo animal que nos late en el pecho, que nos deja oír sus pasos de oscuridad cuando escondemos la cabeza en las almohadas del insomnio. A un hombre acaban de arrancarle esa víscera hostil, que se habrá estremecido entre guantes de goma, que habrá seguido moviéndose sobre una superficie de cristal como un pez que agoniza hasta convertirse en algo parecido a un despojo de carnicería. Ahora en el pecho de ese hombre late un corazón de plástico, un Golem con tiernas válvulas de poliuretano. Cuando despierte de la anestesia y note sus latidos será como si oyera que un extraño se mueve por las habitaciones de su casa sin luces, esperando, espiándolo.
Antonio Muñoz Molina, Barcarola, 1989.

Esteban:
ResponderEliminarAquellos que recibimos un órgano somos conscientes de ese cuerpo extraño que vino a salvarnos la vida. La gratitud hacia quien nos ayudó es infinita.
En el caso de una prótesis mecánica, no sé cómo se sentiría. Quizá el relato tenga la razón...
Muy buen trabajo.
Un cordial saludo.
Una lluvia torrencial de imágenes increíbles. Se me había pasado este texto. Muy bueno, de verdad.
ResponderEliminarGracias, IM.