Rubén Abella es licenciado en Filología Inglesa y ha cursado estudios de postgrado en las universidades de Tulane (Nueva Orleans, Estados Unidos) y Adelaida (Australia). Su primera novela, La sombra del escapista, recibió en 2002 el Premio de Narrativa Torrente Ballester y con su segunda, El libro del amor esquivo, resultó finalista del Premio Nadal en 2009. En 2007 No habría sido igual sin la lluvia mereció el Premio Mario Vargas Llosa NH de Relatos, feliz incursión en el género del microrrelato que quedó revalidada en 2010 con Los ojos de los peces. En 2011 publicó su tercera novela, Baruc en el río. Rubén Abella compagina la escritura con la fotografía y la docencia. Ha impartido cursos y conferencias sobre diversas materias en universidades de todo el mundo y es profesor de la Escuela de Escritores y de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid.
IM: Tu obra se ha movido de manera pendular entre la novela y el microrrelato. ¿Con cuál de los dos géneros te sientes más cómodo? ¿Por qué?
RA: Me siento cómodo en los dos. Representan distancias narrativas muy distintas —podría decirse que como el maratón y los cien metros lisos en atletismo— y recurro a uno o a otro en función de las historias que deseo contar. En cierta forma, son las historias las que eligen, no yo. Algunas necesitan ochenta mil palabras. A otras les basta con cien. Como tantas otras cosas en el oficio de narrar, la elección del género es una cuestión de lógica, de sentido común.
IM: ¿De dónde salen las historias de Rubén Abella? Atrévete a contarnos tus secretos de escritor.
RA: Uno nunca sabe con certeza de dónde salen sus ficciones, pero es interesante indagar y tratar de averiguarlo. Imagino que en todo lo que escribo hay retazos de mi biografía. Como cualquier otra forma de creación, la literatura fluye de dentro hacia fuera y es natural que quienes me conocen encuentren detalles de mi vida “real” en mis narraciones, pero sería imposible recomponerme a partir de esos fragmentos. La figura resultante al unir los puntos apenas se parecería a mí. Diría, para no enredarme en disquisiciones, que lo que escribo procede en parte de mi memoria, en parte de mi experiencia y en parte de lo que veo, escucho y leo cada día. Pero, sin duda, los ingredientes más importantes son la imaginación y el propio lenguaje. No hay literatura sin ellos.
IM: No habría sido igual sin la lluvia recibió el Premio Mario Vargas Llosa NH de Relatos en 2007 y Los ojos de los peces resultó Finalista del Premio Setenil en 2011. Es un reconocimiento muy importante para tratarse de libros de microrrelatos. ¿Con cuál de los dos te quedas? ¿Con cuál crees que alcanzaste una mejor expresión del género?
RA: Son libros bastante dispares. No habría sido igual sin la lluvia lo escribí de una forma totalmente intuitiva. Acababa de regresar de un viaje a Cuba y al ver las diapositivas que había tomado —hablo del año 2001—, me di cuenta de que muchas de ellas contenían el germen de una historia. Empecé a escribir sin un plan específico, dejándome llevar por las imágenes, sin saber que lo que estaba haciendo tenía unas reglas y se llamaba microrrelato. Ese primer esfuerzo dio como resultado una serie de diecinueve cuentos muy breves titulada “Fábulas del lagarto verde”. En los años siguientes escribí siete series más basadas en otros viajes, ya sin la confabulación de las fotografías.
Los ojos de los peces surgió en otras circunstancias. Cuando lo escribí, allá por 2008, ya era plenamente consciente de las exigencias del género. Es, en ese sentido, un libro más ponderado. Y puede que más denso, pues recorren sus páginas múltiples vasos comunicantes. Hay personajes y escenarios que se repiten. Hay tramas que se prolongan a lo largo de varios microrrelatos. Hay incluso una historia titulada “El Viaducto” que se cuenta cinco veces con cinco desenlaces distintos. Se trata, en definitiva, de un proyecto narrativo unitario, construido sobre la premisa de que, como escribió Robert Walser en Los cuadernos de Fritz Kocher, “todos somos en general naturalezas imperfectas”.
Sinceramente, no sabría con cuál de los dos quedarme.
IM: Abundan bloggers en internet que dedican sus espacios al microrrelato. Como escritor premiado y reconocido, ¿qué tendrías para decirles?
RA: Tendría que agradecerles su aportación al desarrollo del género. El microrrelato y la red han formado un matrimonio muy bien avenido, y muchos de los libros de microrrelatos que acabamos comprando en las librerías tienen su origen en las páginas virtuales del ciberespacio. Internet da visibilidad a muchos microrrelatistas de mérito que, de otra forma, tendrían dificultades para llegar a los lectores.
IM: Has aparecido antologado en algunos de los libros del género más importantes, tales como Antología del microrrelato español, Por favor, sea breve 2 o Soplando vidrio. Lánzate a nombrar el nombre de los escritores con los que armarías tu propia antología.
RA: Siento mucho respeto por los antólogos. Para reunir las antologías que mencionas, sus autores —Irene Andres-Suárez, Clara Obligado y Fernando Valls— han tenido que llevar a cabo una exhaustiva labor de investigación y lectura. Hace falta una visión abarcadora del género para lanzarse a hacer selecciones, y yo, he de reconocer, no la tengo. Soy un lector de microrrelatos impulsivo, poco sistemático, y la antología que me pides, mucho me temo, sería irresponsablemente incompleta y caprichosa.
IM: Aparte de la literatura, deben apasionarte otras cosas. ¿Nos dirías cuáles son?
RA: Llevo años compaginando la escritura con la fotografía, mi otra pasión creativa. He expuesto mi obra en numerosas ocasiones —la última en Oporto, en el Centro Portugués de Fotografía— y tengo en el cajón la maqueta de un libro —Fábulas del lagarto verde— que combina fotografías y microrrelatos y que ningún editor se ha atrevido a publicar aún. Me interesa mucho el arte —soy un asiduo visitante de exposiciones—. Y siempre me ha encantado viajar. Los viajes ensanchan el alma, aclaran la mente y ayudan a ver las cosas con perspectiva.
Un libro: Pedro Páramo de Juan Rulfo
Un autor: Philip Roth
Una película: Mystic River de Clint Eastwood
Un aroma: Rosa
Una comida: Yaki udon en el Nihon Ryoori
Una ciudad: Madrid
Un amor platónico: No tengo
Un deseo: Seguir sano
Un estado del tiempo: Soleado
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