A pesar de saberse deseada por casi todos los hombres, no terminaba de acostumbrarse a tanto maltrato: cabezazos y puntapiés la tenían siempre en vilo.
Sólo se sentía mimada cuando un niño la ponía junto a su almohada luego de haber jugado todo el día con ella en el potrero.
Enrique del Acebo Ibañez, Breves Encuentros (en ciento once relatos), Argentina, 2008.

Mira tú, después de tanta aberración en el futbol que se ve hoy en día y todos aplaudiendo como si fuera todo un arte (lo sería antaño,) al menos esto hace que se sienta cierta simpatía, por ese niño y su pelota.
ResponderEliminarBesicos muchos.