De haber transcurrido todo como
tenía que transcurrir, su existencia estaría recogida en los reportajes de las revistas del corazón, en la sección de sociedad de los
diarios , en las páginas papel couché de la prensa rosa.
Tres veces grande de España,
condesa de Niebla, marquesa de Villafranca del Bierzo. marquesa del Vélez,
duquesa de Medina-Sidonia, portadora de la sangre azul con más solera de
España. Pero a la hora de maquetar se produce un error, y termina entre las
páginas de política, cultura y sucesos.
Historiadora, escritora,
articulista feroz, revolucionaria, lesbiana, libertina. Su grandeza no cae bien
en la España mediocre de Franco. Manifestarse junto a los agricultores la lleva
a prisión, y un libro contra la dictadura a huir del país.
Su piso en Francia se convierte
en punto de encuentro de intelectuales, artistas, terroristas y otros
opositores al Régimen. Su fortuna milenaria se dilapida entre la vida bohemía y
la lucha política.
Muerto el sátrapa, regresa a
España y se dedica a esa labor que le apasiona: estudiar historia. Ese
conocimiento del pasado que, cree, evitará la destrucción del futuro. Invierte
gran cantidad de tiempo y dinero en reunir y catalogar los más de ochocientos
años de documentación que conserva su familia. Crea con ellos la Fundación
Medina-Sidonia, que alberga en el palacio familiar, y que abre a investigadores
del mundo entero.
A su muerte, el 7 de marzo de
2008, sus hijos, fruto de un matrimonio aparente y desgraciado, se apresuran a
disputarse la herencia. Les tiene reservada una sorpresa: once horas antes de
fallecer, se casa con su secretaria y fiel compañera. A ella, como viuda,
corresponde administrar la Fundación a la que dona cuanto le queda. Nadie podrá
apropiarse y revender las obras de arte ni el
conocimiento que, por azares históricos, van unidos a sus muchos
títulos. Esos títulos que venían de nacimiento y garantizaban una vida de
postín y prensa rosa. Esos que carecían de importancia ante el título que el
pueblo le otorgó y que se había ganado: el de Duquesa Roja.
Con pocos títulos y aún menos
posesiones, desde la Internacional
Microcuentista continuamos a favor de la difusión de la microficción. Esta
semana contaremos con los relatos de István
Örkény y Esteban Dublín.
Reseñaremos el libro Los Suicidas se divierten, de
Fabián Vique, visitaremos la
tertulia de microficción Los diablos
azules y Manu Espada nos hablará
del proceso de una difícil transición, la del blog al papel.
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