El hombre, marchito de vejez, había recorrido praderas y pueblos, pidiendo. Le habían dado ropa, fruta, indiferencia; pero él sólo pedía un vaso de agua. Cuando consiguió que alguien lo escuchara, bebió con lentitud, sintió la espalda y se fue irguiendo cuan alto había sabido ser. Después, agradeció y levantó vuelo, para alcanzar la bandada.
María Cristina Ramos, La secreta sílaba del beso, Ruedamares, Argentina, 2009.

Muy hermoso. Me gusta el tono mítico que emplea, el recorrido de la historia, la transformación final.
ResponderEliminarGracias por traerlo.
Saludos
Lo he leído sintiendo serenidad porque el texto es tan visual que se puede uno levantar de la silla y seguir en la escena que describe...
ResponderEliminarMuy bueno
Besicos