El rey consideró razonables todas las demandas presentadas por Wat Tyler: a los alquileres baratos, a la supresión del régimen feudal, al reparto de los bienes de la iglesia entre la comunidad. Las huestes en rebelión —campesinos, artesanos, clérigos pobres, y albañiles— vitorearon tres veces a su rey Ricardo.
Ya se lo decían los unos a los otros: "El rey está para extender la bondad e impartir la justicia". Pero ocurría que el jovencísimo rey —contaba el zagal catorce años— vivía rodeado de una legión de sátrapas que se autodenominaban a sí mismos caballeros y que acogotaban al pueblo con impuestos de hambre, leyes de pesadilla, e interminables guerras contra Francia.
"¿Y quiénes eran esos caballeros?", se interrogaban unos a otros repitiendo las palabras que habían escuchado decir a John Ball, el clérigo errante. Y, al igual que él, se recordaban que el buen Dios creó a todos los hombres iguales, sin distinguir entre siervos y señores. Sólo mediante la extorsión, el saqueo y el crimen habían llegado los ilustres apellidos a gobernar sobre el resto de los hombres. "¿Hasta cuándo ?", se preguntaban a continuación.
La respuesta prendió en los campos y se expandió hacia la capital, dejando en el camino ruinas de iglesia y nobles ajusticiados. Para cuando alcanzó Londres, los menesterosos de la ciudad levantaban barricadas. El rey Ricardo, escuchando al pueblo, se avino a negociar. Apuntadas las demandas y halagada su justicia, resolvió reflexionar profundamente, pedir consejo, y pulir los detalles en una negociación que se llevaría a cabo la siguiente jornada.
"¿Quiénes eran esos caballeros?", debió preguntarse Wat Tyler, mientras acudía a la reunión con las condiciones de los rebeldes plasmadas en un documento y rubricadas por sus representantes. No tuvo tiempo de exponerlas: el alcalde de Londres le hirió en el cuello y uno de sus escuderos lo atravesó de parte a parte.
La noticia corrió de boca en boca entre los sublevados pero el rey en persona aseguró que no era más que un malintencionado rumor. Muy al contrario, había nombrado caballero a Wat Tyler y aceptado todas sus demandas. El mismo Tyler se lo explicaría en los Campos de Saint John .
Allí aguardaron. En lugar de Wat apareció fue una caballería de siete mil hombres, emancipando las cabezas de los cuerpos y recordando el derecho de todo ser humano a vaciarse de sangre. Era 15 de junio de 1381. La pregunta de quiénes eran los caballeros había quedado sobradamente respondida y, de regalo, aprendieron también quién era el rey.
En aquel entonces los cuentos recorrían los caminos como hoy recorren el espacio abierto y virtualmente infinito de internet. Esta semana escucharemos los relatos de Luis Britto García, Mari Ángeles Abelli Bonardi y Martín Gardella y aprenderemos la profunda historia que contiene la mínima letra de una canción antigua: Equilibrista, de la cantante Cecilia.
ResponderEliminarAgradezco al Comité de la IM por darme un lugar en su revista en esta semana que comienza. Sólo quisiera señalar una pequeña errata a corregir: mi nombre es MARIÁNGELES, no Mari Ángeles. Desde ya, muchas gracias. Nos seguimos leyendo, M. ABELLI BONARDI