Igual
que lo hacen las ballenas, yo también necesito llenar mis pulmones. El
movimiento alerta a mi jefe, que me persigue con la mirada. Antes solía
bajar con Matías y Fernando y, entre calada y calada, arreglábamos el
mundo, pero a ellos hace tiempo que los despidieron. Ya solo quedamos él
y yo, así que enseguida apago la colilla y vuelvo a mi puesto. Y allí
permanezco, varado, entre montañas de facturas y gigas de correos
electrónicos, como un gran cetáceo, esperando a que la pierna del
capitán asome por la puerta del despacho para apuntarme con su arpón,
antes de que el barco se hunda.
Ernesto Ortega, La toalla del boxeador, 2012.
Un gran micro, diferente. Enhorabuena, Ernesto, por estar por aquí, varado.
ResponderEliminarTerror puro, enorme. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno Ernesto, el arpón del despido y la explotación del que queda. Un buen micro.Felicidades.
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