Semana del 15 al 21 de Diciembre de 2014.

       Cuando vivía en la reserva, Toro Sentado estaba convencido de que el hombre blanco odiaba a su pueblo. Por eso le arrebataba la caza y la tierra, le disparaba por la espalda y le encerraba en cárceles a cielo abierto a las que bautizaba con el tramposo nombre de reservas.

Pero en Europa, donde le pagaban 50 dólares semanales como uno de los máximos atractivos del espectáculo de Bufalo Bill, una fortuna a cambio de unas cuantas acrobacias sobre un caballo y de dejarse cazar por un lazo comprendió que estaba equivocado.

En las reservas aún se podía cazar y cultivar y uno podía plantar su techo donde quisiera. Las calles de las capitales europeas eran enjambres de seres humanos miserables, hombres, mujeres y niños sucios que trabajaban de sol a sol dentro de fábricas oscuras con chimeneas que no cesaban de arrojar un humo negro y fétido. Se hacinaban en habitaciones sin ventanas. Comían lo mínimo preciso para mantenerse trabajando.

No ganaban suficiente para pagar la entrada a su espectáculo pero, inexplicablemente, producían cuanto tenían los elegantes caballeros y las emperifolladas señoras que asistían a contemplar al peligroso salvaje que era él, a congratularse en la superioridad de su civilización.

El hombre blanco, concluía Toro Sentado, no odiaba a su pueblo. Ni siquiera estaba seguro de que conociera el odio. Se comportaba así porque desconocía otro comportamiento. 

Permaneció menos de cuatro meses en el espectáculo. Regresó a la reserva, donde falleció el 15 de diciembre de 1890. 50 dolares a la semana no compensaban la tristeza y el dolor de aquellos hombres, mujeres y niños blancos que sentía como propios.

Cada persona es una historia que, a la manera de la microficción, resume y concentra todas las historias. Esta semana Javier Ximens nos hablará de cómo escribe las suyas y repasaremos la de Ricardo Sumalavia en una entrevista. Y tendremos los relatos de Juan Rivera Saavedra y Óscar Ramírez.