A mi padre, Luis Jorge Melicchio,
por prestarme su sueño.
Estaba convencido de que la muerte lo encontraría durmiendo. Por ese motivo, antes de acostarse a dormir le daba cuerda a su reloj y ponía el despertador para que a cada hora lo despertara. Ritual que venía practicando desde muy joven cuando el horror a morir comenzó a obsesionarlo. Pero pasaron los años y llegó esa noche que, ya viejo, distraído y un poco tomado (nocivas combinaciones) olvidó darle cuerda al reloj; y el despertador anunció la una de la madrugada, las dos y las tres. A las cuatro no sonó. Y el anciano siguió durmiendo; algunos aseguran que aún duerme; otros, que murió. Yo creo que da igual; ¿acaso la muerte no es un sueño prolongado o el sueño una pequeña muerte? Por las dudas no lo despierten, uno nunca sabe cómo puede reaccionar un muerto.
Pablo Melicchio, texto inédito en papel.
Buen texto.
ResponderEliminar