"Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla", espeta Giordano Bruno al tribunal que le condena a la hoguera por herético, impenitente, pertinaz y obstinado.
No es para menos: afirma que la tierra y el resto de planetas giran alrededor del sol. Y que este es una estrella entre millones. Y que esos millones auguran la existencia de millones de mundos. Y que estos mundos contienen millones de seres creados a imagen de semejanza de Dios o de otros dioses.
Asegura que tiempo y espacio son lo mismo. Que no hay principio ni fin. Ni creación ni juicio final.
Además practica la magia. Conoce las palabras que alteran lo humano y lo divino. Les mira igual que a insectos.
Arde igual el 17 de febrero de 1600. Pero los miembros del tribunal no las tienen todas consigo. Quien sabe si sus hechizos no habrán conseguido que la tierra y el resto de planetas giren alrededor del sol. O que este sea una estrella entre millones.
Tal vez las cosas no comienzan a existir hasta que alguien las cuenta. Que historias como las de Marcelo Birjamer o Javier Puche alteren la superficie del mundo. Que micropoemas como los de Irene G. Punto modifiquen las esencias. Con esa esperanza los compartimos con todos ustedes en la Internacional Microcuentista.
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