Comité Editorial

23 de marzo de 2015

Los líderes.

       Superando sus particulares prejuicios de raza, el peón del rey negro y el de dama blanca se abrazaron en mitad del tablero, dando ejemplo de hermandad a los demás peones que, avanzando como torres, alfiles e incluso como caballos, se reunieron en torno a ellos, muy alegres, para celebrar la hermosura de la paz. Sin embargo, esta actitud de las bases no gustó nada al resto de las piezas (blancas y negras) que, tras las consabidas llamadas al orden y la firma de un pacto de no agresión, pusieron sitio a los revoltosos para reducirlos por hambre. Hora tras hora, los valientes peones vieron disminuir sus fuerzas y su moral, pero cuando al fin fueron atacados, un extraño fulgor recorrió sus ojos y por medio de una cruenta batalla (que duró más de seis minutos) salieron victoriosos sobre un montoncito de serrín. ¡Oyeran ustedes los hurras de ojos desorbitados, las interminables canciones de gargantas roncas, y los hermosos discursos que pronunciaron los líderes revolucionarios aupándose uno en otro! Lástima que aquel idiota (un simple peón de torre) lo arruinara todo al decir: «Fijáos, compañeros, cuando los líderes se suben uno encima de otro, parecen un rey».

Pablo Gonz, La saliva del tigre, 20:13 Editores, 2010.

1 comentario:

  1. Cuánta razón llevaba aquel "simple peón de torre", si lo sabremos en latinoamérica.
    Felicidades, Pablo, por esta publicación.

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