Continuando con nuestro proyecto “CALENDARIO MICROCUENTISTA 2016”, les proponemos la siguiente imagen como disparador al concurso de microficciones del mes de Abril.
Recibiremos en el cuadro de comentarios de aquí abajo, hasta el 30 de abril de 2015, las microficciones de todos los interesados en participar. Los textos recibidos deberán cumplir con las siguientes Bases y Condiciones:
Recibiremos en el cuadro de comentarios de aquí abajo, hasta el 30 de abril de 2015, las microficciones de todos los interesados en participar. Los textos recibidos deberán cumplir con las siguientes Bases y Condiciones:
1. Podrán participar personas de cualquier nacionalidad mayores de 18 años.
2. El tema del concurso será libre, aunque debe estar relacionado de alguna manera con la imagen propuesta.
3. La microficción deberá estar escrita en castellano y ser inédita: no puede haber sido publicada con anterioridad en ningún espacio físico (libros, revistas, prensa, etc.) ni virtual (blogs, revistas digitales, portales web, etc.). Tampoco podrá estar participando en otro concurso ni esperando fallo de un concurso de la actualidad.
4. El texto no podrá superar las cien (100) palabras. Cada concursante podrá enviar hasta tres (3) microficciones en cada concurso mensual.
5. Las microficciones deberán ser publicadas dentro del espacio previsto para "Comentarios" al pie de la entrada en la que se publica cada foto.
6. La fecha límite de recepción de microficciones será el último día de cada mes.
7. Vencido el plazo, un jurado invitado elegirá cada mes al texto ganador y dos menciones especiales. Los tres textos seleccionados serán publicados en la Internacional Microcuentista. Los resultados se darán a conocer en el transcurso del mes siguiente.
8. A fin del 2015, la Internacional Microcuentista elaborará un calendario digital, de distribución gratuita, que contendrá las doce imágenes con los doce textos ganadores. También podrá imprimirse en papel.
9. El envío de trabajos implica la aceptación total de estas bases y la eventual inclusión de su microrrelato en el "Calendario Microcuentista 2016".
10. Las microficciones que no cumplan con estas Bases no serán tenidas en cuenta para el concurso.
La imagen correspondiente al mes de abril de 2015 corresponde al fotógrafo Christian Pereira Rogel.
Los invitamos a participar dejando sus textos como comentario.¡Anímense!
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ResponderEliminarOTOÑO CÁLIDO
EliminarSobre tu ombligo, el otoño se pierde en sueños de sensualidad.
TIERRA FÉRTIL
ResponderEliminarLas hojas muertas caen sobre su piel viva, ornamentada y envidiablemente joven. El otoño llegó ajándonos a todos menos a ella; siempre escuchaba con su seductora sonrisa aquello tan manido de pactar con el diablo. “Jajajaja, si yo conociera a Belcebú me iría con él” respondía en aquellas ocasiones, sabedora única del zócalo exacto tras el que ocultaba su contrato de compraventa de alma.
483 días y 14 horas y media casi sin comer ni dormir en el laboratorio hasta perfeccionar la tecnología micro-encogedora de hombres (sin mencionar la construcción del mini-aerodeslizador) para apielizar sobre tí. Y justo hoy cuando al fin llego a tu hermoso cráter umbilical el cual me motivó a iniciar esta gesta, lo encuentro invadido e intervenido por insulso y vulgar ornamento. ¿Has visto un papagayo vistiendo gabán? ¿Un felino usando anteojos oscuros? ¿Acaso un camaleón maquillándose? ¿O una coral perforándose? Me marcho a pieles vírgenes dignas de recorrer, explorar, olfatear, besar, conquistar, colonizar y liberar. ¡¡Estúpida mujer!!
ResponderEliminarCuando el sexo otoña las manos se deshojan. Yo pronunció tu nombre y a la luna no le suena. Entonces me siento como otra hoja muerta. Pero ella me besa con sus fríos labios blancos, mientras las estrellas tiemblan. Si desaparece esta neblina nocturna que me empapa… ¿Qué otra pasión me espera?
ResponderEliminarPodía sentir que su piel era tan frágil como un puñado de hojas secas.
ResponderEliminarAmor caducifolio
ResponderEliminarEl nuestro, fue un amor condenado desde las primeras estribaciones del verano.
Un amor que ardió junto a las hogueras y entre los médanos. Que se encendía al hundirse el
sol bajo el océano; y agonizaba con cada uno de nuestros latidos. Un amor tan efímero y caduco,
como las primeras hojas del otoño.
SUEÑOS Y DESEOS - Sueño con ser ligero como el aire que empuja las hojas. Sueño con ser hoja movida por el aire. Sueño con posarme en tu dorada piel. Sueño con acariciarte y recorrer tu cuerpo. Sueño con ser el frío metal que adorna tu ombligo. Sueño con rozarlo y hacerte estremecer. Sueño con amarte hasta la eternidad.
ResponderEliminarOTOÑO Y PRIMAVERA
ResponderEliminarYo era el otoño, tú eras la primavera. Mientras sonaban las campanillas hicimos lo que todo el mundo hace: nos bebimos nuestras ansias hasta que nos arrulló la noche. Sobre la espesura quedaron las hojas.
FUTUROLOGÍA NATURAL
ResponderEliminarLa Naturaleza dejó caer sobre su vientre sembrado una hoja de roble y una de platanero en forma de corona de tres puntas, como las de los príncipes. "Será un varón y será fuerte, noble y libre", dijo la bruja.
HOJA. (Del lat.folĭa). Lámina escrita y crujiente, desprendida del bloc, que el escritor desinspirado arroja al viento otoñal, hecha mil pedazos, para que éste se la lleve lejos.
ResponderEliminar©Mariángeles Abelli Bonardi
(Neuquén, Patagonia Argentina)
11 de abril de 2015
LAS OTRAS VIDAS
ResponderEliminarSe arrebujó entre las hojas, en la esperanza de remediar el frío que se había instalado en sus miembros. Todas le parecían insuficientes para sus extremidades inertes. Sentía que se le escapaba la vida por el centro mismo de su ser, que su alma se le iba conforme la rigidez enseñoreaba su piel. A sus plantas, Apolo lloraba su amor esquivo.
MADRE
ResponderEliminarMe liberé de la esclavitud de su cordón umbilical.
Pequeña muerte
ResponderEliminarEl niño empuja, sufre y nace.
La madre vacía sus entrañas y le duele.
El padre firmó la vida con su pequeña muerte.
SILENCIO.
ResponderEliminarHe visto las hojas posarse,suavemente
sobre tu cuerpo todavía en calentura,
y dos joyas que emergen de tu herida
como la vida que fluye,
eternamente ...
sin rozarme siquiera.
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ResponderEliminarEFÍMERA PASIÓN
ResponderEliminarTan fugaz como un suspiro que en un soplo ligero arrastra la hojarasca.
LAS HOJAS DE ABRIL
ResponderEliminarSólo hubo un detalle que le impidió optar al concurso: abril no es un mes de primavera… al menos en el hemisferio sur.
LAS HOJAS DE ABRIL
ResponderEliminarPoco a poco las hojas del mes de abril fueron ocultando el cuerpo sin vida de Eudoxia Praxiduelos. Su asesina, mientras la contemplaba, pensó que sería la forma más poética de que la Naturaleza iniciara un nuevo proceso de transustanciación de la materia; y la joya de su ombligo, otra oportunidad para la inspectora Marie Tours.
BUENAS NOCHES
ResponderEliminarNo temas nada. Nadie te molestará. Las hojas del roble te arroparán para que no tengas frío. El bosque te acunará y la luna te cantará la nana de las tibias negras. Buenas noches, mi amor.
Salvo su ombligo, todo en ella era virgen.
ResponderEliminarSalvo sus ojos, su palabra y su clítoris, todo en ella envejece.
Cambio de Estación
ResponderEliminarEste año al invierno le siguió el otoño, no me preguntes cómo ni cuándo sucedió, me levanté de la hibernación para ver cómo mis hojas caían sobre ti, cubrieron tu cuerpo y deshojaron tu juventud.
Emboscada
ResponderEliminarEstaba sedienta de sol, tumbada en aquella orilla no vi la llegada del bosque, sus pasos implacables fueron tragando todo. Cuando quise darme cuenta, el mar era musgo, mi cuerpo tierra y el cielo azul ahora tan verde que se deshojaba sobre mí.
Momentos
ResponderEliminarEl invierno cubre tus cabellos, congelando esas ideas locas que viven en tu testa. Después llega la primavera, ocultando tus parpados con flores y envolviendo tu nariz con mil olores. El hastío verano se resbala por tu cuello, contoneándose como un vil felino. Y entonces me encuentro con el otoño, revistiendo tu abdomen de hojarasca y tu ser de dulces atardeceres.
Romance
ResponderEliminarDicen que las hojas muertas del roble se mantienen durante todo el invierno aferradas al árbol como una prueba de amor y que sólo el empuje de los nuevos brotes en primavera hace que desistan de su propósito. Pero alguna hoja seductora queda por ahí que no ceja en el empeño y consigue reposar en verano en un lugar de veras acogedor.
NARCISA
ResponderEliminarCuando advirtió que estaba cubierta de hojas secas, comprendió por fin que pasaba mucho tiempo contemplándose el ombligo.
«Hojarasca»
ResponderEliminarSobre el ombligo de Paula aterriza una hoja. No sé de dónde ha salido, ya que la ventana está cerrada y no tenemos plantas en el dormitorio. El caso es que una segunda y una tercera se apean del aire sobre la boca y el pubis de Paula, respectivamente. A estas hojas, flemáticas como caracoles, le continúa una desapacible legión que cubre por completo a mi mujer. Entonces vuelve la calma. Y Paula se despierta y me nombra. «No temas», le digo, y la busco una y otra y otra vez entre las hojas.
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ResponderEliminarForastero
ResponderEliminarFue en la soledad de un pleno otoño, en un lecho frío, desprovisto del impulso sublime de un encuentro. La semilla buscaba suelo y ella, hacer su agosto. Imperturbable, se hizo surco. Como quien invade tierra ajena, el germen se le apoderó del cuerpo, la anegó, y desafiando las reglas del juego, la creyó suya. Llegado el tiempo de la cosecha, lo expulsó a gritos. No lo miró. No dejó que su hambre le llegara al pecho. Lo entregó en un intercambio breve, tal como lo que era, un forastero en vientre ajeno.
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ResponderEliminarEra uno de esos días de silencio y desesperanza, y allí estaba, cubierta por la hojarasca de otoño, desnuda, con la mirada perdida y exhalando su último aliento, de la misma forma en que la vi por última vez.
EliminarMe tumbé junto a ella y me dispuse a esperar a su lado a la próxima primavera.
Desde entonces, dicen que la brisa en el bosque trae susurros de amor.
Era uno de esos días de silencio y desesperanza, y allí estaba, cubierta por la hojarasca de otoño, desnuda, con la mirada perdida y exhalando su último aliento, de la misma forma en que la vi por última vez.
EliminarMe tumbé junto a ella y me dispuse a esperar a su lado a la próxima primavera.
Desde entonces, dicen que la brisa en el bosque trae susurros de amor.
REENCUENTRO
EliminarEra uno de esos días de silencio y desesperanza, y allí estaba, cubierta por la hojarasca de otoño, desnuda, con la mirada perdida y exhalando su último aliento, de la misma forma en que la vi por última vez.
Me tumbé junto a ella y me dispuse a esperar a su lado a la próxima primavera.
Desde entonces, dicen que la brisa en el bosque trae susurros de amor.
REENCUENTRO
EliminarEra uno de esos días de silencio y desesperanza, y allí estaba, cubierta por la hojarasca de otoño, desnuda, con la mirada perdida y exhalando su último aliento, de la misma forma en que la vi por última vez.
Me tumbé junto a ella y me dispuse a esperar a su lado a la próxima primavera.
Desde entonces, dicen que la brisa en el bosque trae susurros de amor.
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ResponderEliminarBENDITO PECADO
EliminarAl caer la última hoja, del árbol donde maduró la fruta prohibida, el hombre contempló a la mujer y, en su torpeza, quedó hipnotizado por el ojo de la serpiente que, desde las profundidades de su ombligo, lo conminaba a lanzarse al abismo.
SOLSTICIOS Y EQUINOCCIOS
ResponderEliminarHojas otoñales empiezan a cubrir un cuerpo de pocas primaveras que ya no conocerá otro estío. Mientras, en la profundidad del bosque, la lascivia busca una morada para hibernar.
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ResponderEliminarORDEN NATURAL
EliminarDictan los tratados botánicos que en otoño el viento se lleva las hojas secas. Éstas—como era de esperarse—levitan largamente en el aire hasta caer en una superficie o, en su defecto, convertirse en una.
PRELIMINARES
ResponderEliminarEl árbol se enamoró de una niña cuando, jugando al escondite, lo tocó entre risas. Con los años, ella no ha dejado de volver al bosque con una u otra excusa; hoy, en concreto, con un idiota.
Menos impasible de lo que pudiera parecer a simple vista, ha asistido al encuentro amoroso de la pareja, tras el que los amantes se han adormilado bajo su copa.
No tendré otra oportunidad, ha pensado; y tras hacer que una de sus hojas cayese sobre ella, se ha dicho: que se vaya acostumbrando al tacto de mis dedos, sin prisas.
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EliminarPROPIEDAD CADUCA
EliminarEra de su mismo color. Se fundía con él a tal punto que podía decirse que había desaparecido. Se movió apenas; nadie reparó en su presencia. Mientras pensaba, orgullosa, que se había vuelto invisible, una mano— una mano del mismo color del vientre sobre el cual había caído— la tomó del tallo y la puso en el tope, en el tope de esa pila, con las otras hojas del montón.
©Mariángeles Abelli Bonardi
(Neuquén, Patagonia Argentina)
17 de abril de 2015
Naturaleza
ResponderEliminarNaturaleza , carácter completo. Por su tronco desnudo, hojas otoñales, que se confunde con el cuerpo nu.O único signo de hoy a la humanidad: una pierncig en el ombligo.
Los agresores huyen, asustados por el desenlace. Ella yace en el suelo, desnuda, con la frente abierta. Perdió al resistirse, venció al hacerlo. Todo ha terminado y todo empieza. Antes de irse se despide de su cuerpo, al que sólo han podido tocar las hojas muertas.
ResponderEliminarSerás sólo mía
ResponderEliminarInvierno: nos conocimos, el frío nos acercó. Aquella cabaña nos cobijó, bebí tu piel en soledad. Primavera: algo de esa piel comenzó a abandonarme. Sabías que no me gustaba y te reías.
Verano: playa, piel, muchos alrededor, ¡cuántos te miran!
Otoño: no aguanté, allí quedaste al pie del viejo roble de esa, nuestra cabaña.
Omar Julio Zárate
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ResponderEliminarHADA MADRINA
EliminarElla siempre veló por la chica que una vez fue cenicienta, pero cuando ésta se enamoró de un hombre rico y se fue a vivir a su palacio, con la esperanza de ser feliz, quedó sin nadie a quien proteger. Ahora va sola por las calles, como hoja arrastrada por el viento, mostrando el ornamento de su ombligo perforado que, cual vara mágica, atrae hombres que piden se les cumpla algún deseo, cuando requieren sus servicios.
EL EFECTO MARIPOSA
ResponderEliminarLos otoños suelen ser perversos. Primero se dejan caer. Luego, clavan sus garras muy adentro del vientre. Pero en el país de las maravillas, las mariposas no les temen, en lugar de huir, colman el cielo con espirales de colores y les hacen pasar desapercibidos.
Un día se levantó con los sentidos trastocados. Desde que oye a través del estómago, lleva los pendientes en el ombligo.
ResponderEliminarCICLO DE VIDA
ResponderEliminarLa seda de tu piel impregnada de otoño acuna a las hojas, que tímidas caen desvanecidas en tu ombligo, meciéndolas y entibiando su aroma frío a veranos perdidos y primaveras olvidadas de abrigo. Amaneceres impasibles al paso de las estaciones y de los inviernos tardíos.
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ResponderEliminarANHELO
ResponderEliminarSe estremece tu piel entre recuerdos y alientos de savia conjugada. Partículas de fronda cobriza y estéril cuna de refugio para quienes quieren ser y no habitan, si no es en las alboradas de capricho y en los antojos de tus ojos cegados por el infértil paso del tiempo.
grito
ResponderEliminarSe oían voces de mujeres. Aunque se esforzó no pudo entender que decían, pero los tonos bastaron. Fue como si tuviera una enorme barriga fofa y le clavaran en ella un palo, luego las hojas de parra, entonces el alivio. Su vientre ahora vacío. El cuerpo entero latía. Entonces abrió la boca y gritó.
Triptolemo
ResponderEliminarEl triptolemo Mulaf Neav Na Kaf recorre en su aerodeslizador la superficie de la interminable arena. Un asesor aguarda impertérrito a su lado. Frena a la entrada de un interminable valle. Adapta sus 99 ojos a diez aumentos.
-¿Qué significa esa enorme gema en el centro del valle?
El asesor responde presuroso.
-Tuvimos que inspirarnos en una adolescente del siglo XXI.
-Entiendo perfectamente- acota el mandatario.
Luego acelera sobre las inmensas dunas, hacia las lejanas regiones inferiores.
EL GRITO
ResponderEliminarSe oían voces de mujeres. Aunque se esforzó no pudo entender que decían, pero los tonos bastaron. Fue como si tuviera una enorme barriga fofa y le clavaran en ella un palo, luego el alivio, la explicación. Su vientre ahora vacío. El cuerpo entero latía. Entonces abrió la boca y gritó.
EL GRITO
ResponderEliminarSe oían voces de mujeres. Aunque se esforzó no pudo entender que decían, pero los tonos bastaron. Fue como si tuviera una enorme barriga fofa y le clavaran en ella un palo. Luego el alivio, la explicación. Su vientre ahora vacío. El cuerpo entero latía.Entonces abrió la boca y gritó.
EL GRITO
ResponderEliminarSe oían voces de mujeres. Aunque se esforzó no pudo entender que decían, pero los tonos bastaron. Fué como si tuviera una enorme barriga fofa y le clavaran en ella un palo, luego el alivio, la explicación. Su vientre ahora vacío. El cuerpo entero latía. Entonces abrió la boca y gritó.
EL GRITO
ResponderEliminarSe oían voces de mujeres. Aunque se esforzó no pudo entender que decían, pero los tonos bastaron. Fue como si tuviera una enorme barriga fofa y le clavaran en ella un palo. Luego el alivio, la explicación. Su vientre ahora vacío. El cuerpo entero latía. Entonces abrió la boca y gritó.
EL GRITO
ResponderEliminarSe oían voces de mujeres. Aunque se esforzó no pudo entender que decían, pero los tonos bastaron. Fue como si tuviera una enorme barriga fofa y le clavaran en ella un palo. Luego el alivio, la explicación.Su vientre ahora vacío. El cuerpo entero latía. entonces abrió la boca y gritó.
Triptolemo
ResponderEliminarEl triptolemo Mulaf Neav Na Kaf recorre en su aerodeslizador la superficie de la interminable arena. Un asesor aguarda impertérrito a su lado. Frena a la entrada de un interminable valle. Adapta sus 99 ojos a diez aumentos.
-¿Qué significa esa enorme gema en el centro del valle?
El asesor responde presuroso.
-Tuvimos que inspirarnos en una adolescente del siglo XXI.
-Entiendo perfectamente- acota el mandatario.
Luego acelera sobre las inmensas dunas, hacia las lejanas regiones inferiores.
Redención
ResponderEliminarEl hombre enfermo palpó con sus labios el tibio pozo que alguna vez fue vital. Apoyó su mejilla contra la superficie blanda y buscó luego, con la lengua, acceder a cada rincón habitado por múltiples historias. Entretanto, las últimas hojas del otoño caían, gastadas, desde el cielorraso.
Comprendió que lo suyo no era la fotografía forense. Se acabó convirtiendo en fotógrafo de paisajes.
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ResponderEliminarLAMENTOS
ResponderEliminarDesapareció y tardaron tres días con sus noches en encontrar su cuerpo. El reflejo de los rayos del Sol en el piercing de su ombligo, por el que tanto había peleado, fue clave para encontrar su cuerpo, semioculto entre la maleza.
Ahora su padre, deshecho y lloroso tras el ataúd blanco de su hija, se lamenta de su falta de entendimiento con quien era el Sol de su casa, apagado para siempre.
LAMENTOS
ResponderEliminarDesapareció y tardaron tres días con sus noches en encontrar su cuerpo. El reflejo de los rayos del Sol en el piercing de su ombligo, por el que tanto había peleado, fue clave para encontrar su cuerpo, semioculto entre la maleza.
Ahora su padre, deshecho y lloroso tras el ataúd blanco de su hija, se lamenta de su falta de entendimiento con quien era el Sol de su casa, apagado para siempre.
REENCUENTRO
ResponderEliminarEra uno de esos días de silencio y desesperanza, y allí estaba, cubierta por la hojarasca de otoño, desnuda, con la mirada perdida y exhalando su último aliento, de la misma forma en que la vi por última vez.
Me tumbé junto a ella y me dispuse a esperar a su lado a la próxima primavera.
Desde entonces, dicen que la brisa en el bosque trae susurros de amor.
REENCUENTRO
ResponderEliminarEra uno de esos días de silencio y desesperanza, y allí estaba, cubierta por la hojarasca de otoño, desnuda, con la mirada perdida y exhalando su último aliento, de la misma forma en que la vi por última vez.
Me tumbé junto a ella y me dispuse a esperar a su lado a la próxima primavera.
Desde entonces, dicen que la brisa en el bosque trae susurros de amor.
REENCUENTRO
ResponderEliminarEra uno de esos días de silencio y desesperanza, y allí estaba, cubierta por la hojarasca de otoño, desnuda, con la mirada perdida y exhalando su último aliento, de la misma forma en que la vi por última vez.
Me tumbé junto a ella y me dispuse a esperar a su lado a la próxima primavera.
Desde entonces, dicen que la brisa en el bosque trae susurros de amor.
Despertó de un sueño comatoso que había recorrido varias hojas del calendario, un tres de abril. Tardó en ubicarse. En conocernos y reconocerse. Le llevó tiempo desenmarañar las brumas que cubrieran su consciencia. Supimos que había vuelto cuando su sonrisa dejó de ser una mueca mal trazada en su boca. No hizo preguntas. Dijo haber soñado con un lugar boscoso lleno de hojas que cubrían el suelo, su pelo y su piel. Por fortuna no preguntó por su pelo ahora rapado, ni por las marcas que aún se dibujaban en sus muñecas y tobillos.
ResponderEliminarDespertó de un sueño comatoso que había recorrido varias hojas del calendario, un tres de abril. Tardó en ubicarse. En conocernos y reconocerse. Le llevó tiempo desenmarañar las brumas que cubrieran su consciencia. Supimos que había vuelto cuando su sonrisa dejó de ser una mueca mal trazada en su boca. No hizo preguntas. Dijo haber soñado con un lugar boscoso lleno de hojas que cubrían el suelo, su pelo y su piel. Por fortuna no preguntó por su melena ahora rapada, ni por las marcas que aún se dibujaban en sus muñecas y tobillos.
EliminarModifica el anterior.
LA COLECCIONISTA DE OTOÑOS
ResponderEliminarNo la cubrieron flores sino hojas en su último lecho.
CANTOS DE SIRENA
ResponderEliminarMe sedujeron tus lágrimas de mercurio, y un remolino de lujuria se tragó mi hacienda, mi libertad y mi cordura.
La encontraron inerte y desnuda, con la piel cubierta de otoño y muerte. Cinco hombres, curtidos en mil desgracias, la observaban en un silencio atónito y desconcertado. El cadáver llevaba al menos dos días abandonado a su suerte, pero aquella belleza perenne se resistía a dejar el mundo al que tanto había amado y que tanto le había correspondido. Aquellos ojos abiertos mirando al cielo y una leve sonrisa en sus labios les acompañaría el resto de sus vidas, pues ver la muerte en la belleza más pura solo es soportable en mentes enfermas.
ResponderEliminar
ResponderEliminarOTOÑO
Mis manos, secas ya, acarician la frescura de tu vientre, mientras una sombra de impotencia llora lágrimas de nácar.
HOJAS MUERTAS
ResponderEliminarSí, son lágrimas
de viejo decadente
Las que te extrañan
TU PIERCING Y LAS CUATRO ESTACIONES
ResponderEliminarEl otoño sobre tu piel. Sobre el verano de castillos de arena. Sobre aquella primavera de besos con lengua. Sobre su última caricia. Sobre todas las caricias que el invierno difuminará… cuando solo yo acaricie tu ombligo.
Amparo Martínez Alonso
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ResponderEliminarMAB, REINA DE LAS HADAS
EliminarCon un ágata en su ombligo, envuelta en un velo azul, montada en su carro de una sola perla, toma el camino hacia Stratford: tiempo de visitar al tal Shakespeare, ese bardo del que tanto ha oído hablar.
©Mariángeles Abelli Bonardi
(Neuquén, Patagonia Argentina)
26 de abril de 2015
Última crónica
ResponderEliminarCuando encontraron el sumidero, un gran orificio en medio del desierto, era demasiado tarde. El Atlántico completo, se había filtrado por él.
Lo único que podían hacer era intentar impedir que la inclinación natural terminara por desagotar allí mismo, el Pacífico, el Índico, y tras ellos todos los mares y océanos.
La vasta extensión entre continentes se había convertido en un árido desierto. El clima irreverente y caprichoso, se empecinaba en jugarles malas pasadas.
Muchas vidas fueron sacrificadas construyendo la represa para contener el agua que empezaba a escasear. Pero cuando estuvo terminada, se apagó el sol.
Tatuaje
ResponderEliminarHabía escrito cien veces: te quiero. Ella le había pedido tantas veces que se lo dijera…
Prefirió, como prueba irrefutable, ponerlo por escrito. Al principio ella se había quejado. Pero la décima novena vez que empezó a dibujar la T con el estilete, ella abandonó los lamentos en que se habían convertidos sus gritos iniciales. Terminada su obra, se alejó para contemplarla orgulloso. Exquisitos regueros de sangre descendían por su cuerpo para difuminarse en la sábana blanca. La piel de vientre, espalda y glúteos, conformaban un simétrico diseño en tonos carne y ocre. Sin desatarla, se alejó en silencio.
Sucedáneos del café
ResponderEliminarLas buenas intenciones, rodaron por el suelo junto con las tazas que él portaba sobre la bandeja. Todo se inundó de olor a café. Ella, nívea sirena voluptuosa, yacía cuan larga era desnuda sobre el sofá. Él no se percató del exceso de grasa en las caderas, y confundió las estrías de su vientre, con playas de fina arena. Ella bebió sorbo a sorbo el café derramado sobre su abdomen, sin percatarse de la torpeza con que él intentó quitarse el pantalón sin sacarse los zapatos. Su último desayuno como amigos, duró hasta la hora de cenar.
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ResponderEliminarVoyeur
ResponderEliminarCuentan que Eva se sintió incómoda en su desnudez y recurrió a unas hojas de higuera para guardar un mínimo de pudor. Lo que no dicen las crónicas es que antes deambuló nerviosa por el paraíso probando cuantas hojas encontró a su paso, y que Adán, por contra, descubrió un lindo placer que aún perdura entre los humanos.
AQUELLA TARDE
ResponderEliminarComo de costumbre, nos adentramos en el bosque. A ella, de salud delicada, le encantaba estar entre árboles; decía que en medio de ellos se sentía muy a gusto, que respiraba plenamente.
En una alfombra de musgo nos tumbamos. Luego, después del amor, se quedó dormida bajo el roble.
Cuando despertó, unas hojas secas acariciaban su vientre liso. Su mirada encontró la mía; le dije:
—Se hace tarde, empieza a refrescar; será mejor que regresemos.
Con una sutil sonrisa, me contestó:
—No puedo, creo que he echado raíces.
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ResponderEliminarEnganchados
ResponderEliminarMe adherí a su piel y perforándole el corazón me hice fuerte y permanecí en las buenas y en las malas, como aquel piercing que llevaba en el ombligo y que le gustaba tanto enseñar en la playa. Aunque el verano de nuestro amor dio paso a una primavera suave, seguíamos enganchados el uno al otro como el primer día. Sabíamos que nos esperaba un otoño un tanto difícil, que nuestras hojas empezarían a secarse, para finalmente desaparecer el invierno. Pero siempre que ella miraba aquel piercing recordaba fugazmente quien era yo y quien era ella.
Enganchados
ResponderEliminarMe adherí a su piel y perforándole el corazón me hice fuerte y permanecí en las buenas y en las malas, como aquel piercing que llevaba en el ombligo y que le gustaba tanto enseñar en la playa. Aunque el verano de nuestro amor dio paso a una primavera suave, seguíamos enganchados el uno al otro como el primer día. Sabíamos que nos esperaba un otoño un tanto difícil, que nuestras hojas empezarían a secarse, para finalmente desaparecer el invierno. Pero siempre que ella miraba aquel piercing recordaba fugazmente quien era yo y quien era ella.
Carpe diem
ResponderEliminarMírate el ombligo ahora que aún puedes verlo. Dentro de nada llegará el otoño y lo cubrirán las hojas, esas que siempre vencen a su peso y su sonido en la caída.
Luisa Román Rodrigo
OGRO
ResponderEliminarEn el bosque
Le dije que no tomara este camino, que era más fácil abreviar la distancia tomando una lancha y cruzar el río. No sé si lo hizo por rebeldía a mis indicaciones o porque prefería, simplemente, caminar, pisar, y escuchar las crujientes hojas, ella y sus tonterías. Cuesta admitirlo, sí, es ella; ese piercing se lo colocó antes de salir de casa.
En el aeropuerto
Listo, era la única manera de librarme de él.
CUEVA
ResponderEliminarBastó una tarde, palmeé su geografía y perdí todas las razones en su bosque. Creo que se escondieron en su ombligo.
DESHOJADOS
ResponderEliminarLo bueno de llevarte al bosque, fue creernos árboles en pleno otoño.
TESORO
ResponderEliminarHoy he vuelto al bosque…
La desaparición de Natalia nos separó. No he conseguido volver a verle; ni me lo permitieron entonces ni su mente admite visitas ahora.
Sigo echándole de menos y, tras terminar los asuntos que me han traído al pueblo, mis pasos me han llevado a nuestro lugar secreto. Todo estaba igual, incluso la pala seguía escondida dentro del tronco del viejo roble. Diez pasos desde la roca grande y he cavado. Ahí seguía la caja de nuestros tesoros: cromos, tebeos, coches de plástico… Y debajo, ella, el tesoro que no quise compartir con él.
Sueño
ResponderEliminarMis frías manos recorren su cálido cuerpo, ella me enciende y el aroma de su piel me atrapa, me esclaviza a un sin fin de ensueños que no quiero dejar…
Me eleva a lo más alto, como si alcanzara el cielo. Extasiado aterrizo en el brillo de su ombligo y me quedo anclado en ella, y no me quiero ir, y no me quiero despertar.
Los restos de un árbol acarician mi vientre. Dejo que se queden, puede que sea lo último que vea en este mundo devastado por sequía, hambrunas y cambio climático. El sol es el único alimento; cuando ya no me mantenga, cuando me remate la intemperie, pasaré a formar parte de la tierra, junto a estas hojas secas.
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ResponderEliminarEl marinero
ResponderEliminarSoy el padre de cuatro hijos y Gabriela, mi segunda esposa y madre a la vez de una pareja de gemelos, no se explica que aún no hayamos podido concebir un niño durante estos dos años de amor intenso. Yo tampoco alcanzo a entenderlo y me pregunto si no debería abandonar el campo, para regresar a alta mar como en la época de mi matrimonio con Elena.
JUNTAS
ResponderEliminar“Cómetelo todo, mami”, me decías con tu media lengua, empeñada en usar mi ombligo como cacerola. Hacías sopas de arena y ensaladas de hojas secas y luego me lo llevabas a la boca con un palo, y yo tenía que disimular como el mejor de los magos, para estar a la altura.
“Tienes que comer algo, hija”, fue mi frase más repetida durante esos años en los que la juventud te acercó al abismo.
“Prueba el caldo mamá”, me dices ahora, entre estas frías paredes, empeñada en que apure un poquito más de vida.
CÍRCULOS VITALES
ResponderEliminarLa Madre de las Esferas, viendo que engalanábamos sus círculos –ojos pintados, huevos de Pascua, ombligos tuneados…- carcajeó de vanidad y se le salió la primavera. Mas luego, al ver que habíamos ultrajado sus esferas favoritas –atmósferas negras, átomos asesinos, cerebros emperifollados de monedas… - tuvo que aprender a llorar. Y se le escaparon las lágrimas del otoño.
El trato
ResponderEliminarMoldeó en arcilla el vientre de una mujer —manantial de vida—, sobre él depositó un amuleto de ámbar —símbolo del sol y los espíritus como testigos— y otro de hierro —signo de firmeza en el compromiso—, como señal de que una de sus futuras hijas me sería entregada para un hijo mío y así asegurar la supervivencia de mi grupo. A cambio le entregué pieles de osos y comida para el camino
Otoño
ResponderEliminarUna noche fría de noviembre, se despertó alterada, se palpó su barriga embarazada y, ante sus ojos espantados, su vientre se fue aplanando entre gritos desgarradores, sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Sólo enmudeció cuando unas hojas secas brotaron de su ombligo y las lágrimas regaron su cama de la soledad más absoluta.
Esperanza
ResponderEliminarEntre la hojarasca del parque, el viejo Rogelio Cárdenas, ahora tan solo el jardinero N303, se topó con un ombligo, aún vivo. Desde entonces, de forma clandestina, le presta todo tipo de cuidados en su cubículo del puerto, con la esperanza de que brote de su interior vida, vida humana.
Ayer
ResponderEliminarTu vientre bajo los árboles, mostrando el piercing que te regalé aquel otoño, quedó grabado a fuego en mi retina. A menudo, recurro a esa imagen cuando me siento solo. Fue la última vez que te vi; desapareciste sin un adiós, sin un porqué. En tu carta me dices que necesitabas ser libre pero que, a pesar del tiempo trascurrido, nunca me has olvidado.
No he acabado de leerla. Cuando han sonado las campanas, la he tirado al fuego; mis feligreses me esperan.
Expiación
ResponderEliminarLas rejas quedaron atrás, pero él siguió preso. Las rodillas se clavaron en la tierra frente a la pequeña lápida, testigo mudo de su zozobra. —Perdóname hija, perdóname. Tu ombligo bañado por el sol me volvió loco. Hasta el viejo roble dejó caer sus hojas para tapar tu desnudez. Te hiciste mayor y de repente supe que serias mi perdición— balbució entre sollozos.
Y cogiendo la cabeza entre sus manos, la golpeó contra el mármol, repitiendo en cada impacto la letanía largo tiempo madurada, “perdóname, perdóname”. Con el último latido llegó la libertad.
Si mi cuerpo pudiera hablar te diría que te ama, pues eres sabia, madre y alma.
ResponderEliminarSi mi piel pudiera convertirse en parte de ti, comprendería la inmensidad que te habita.
Eres tierra.
Yo, mujer.
Naturalmente bella, te adornan flores, hojas musgos y piedras.
Y yo, anhelándote, visto flores, hojas, minerales…
Me miras caminar y me sientes ligera.
Más presa estoy de ti, pues tuya soy y de ti estoy hecha.
UNA TARDE DE VIENTO
ResponderEliminarLa tarde se había vuelto ventosa. Las ventanas aplaudían con furia la escena de amor que invadía la casa desde sus cimientos. Las manos del hombre se quebraban a su paso por el vientre intacto, caían las caricias y formaban un manto de bosque, un suelo fértil. La tierra joven cobraba vida. A través de la puerta se podía oír el viento que golpeaba en vano los muros, mientras que en la habitación, el paisaje se agitaba en desorden bajo el resuello de los amantes.
María Fraile
Naturaleza muerta
ResponderEliminarEmpezaste a dejar tus cosas encima de mi cuerpo como si fuera el mármol de la cocina. Las llaves, los bolígrafos, Hoy prendiste la aguja de la corbata en la carne del vientre. Pensaste seguro que era la almohadilla de las alfileres. Tengo miedo de que llegue el invierno. De que me entierres bajo las pesadas mantas y ahogues para siempre este amor agonizante.
Deseo.
ResponderEliminarUn leve soplo apartó la hoja y el volcán encendió su deseo con pirsin de hierro.
Se detuvo su vida un mes de mayo, pero no fueron las flores las que cubrieron su cuerpo; amante del otoño como era, él envió sus hojas para cubrir su cuerpo.
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