Cuando
el lector común se enfrenta a un texto interminable como “El dinosaurio” de Augusto
Monterroso no tiene claro si es literatura, ingenio narrativo o, en el peor de
los casos, un chiste. Entonces, si pregunta a los entendidos sobre esta
modalidad textual brevísima, estos lo llamarán de múltiples maneras, además de
brindar diversas apreciaciones. Algunos los llaman minicuentos –recordando a su
hermano mayor, el cuento-, otros prefieren señalarlos como microrrelatos; y, un
grupo se decanta por el término “minificción”. Aunque, actualmente, existe un
ligero consenso en llamar microrrelato a los textos brevísimos narrativos y
minificción a los demás textos brevísimos.
Como
se ve, después de más de treinta años de teoría sobre esta modalidad textual
brevísima, aún no existe un consenso unánime en su denominación, pues no solo
difieren entre autores, escritores e investigadores, sino también en países. La
misma suerte tiene la descripción de sus características, aunque todos
concuerdan en que son narrativos y cuenta una historia.
Para
combatir esta discordia o debate, Ginés Cutillas nos presenta Lo bueno, si breve, etc., publicado este
año en Barcelona por Editorial Base. En este libro, nuestro autor empieza
describiendo un recorrido histórico de esta narrativa brevísima, a la que
prefiere llamarla microrrelato; y no duda en otorgarle el estatus de género literario,
indicando que “Este nuevo género bebe de todo los demás a pequeños sorbos:
disfruta del ritmo de la poesía, del humor de la greguería, de la rotundidad
del aforismo, de la esfericidad de los buenos relatos, y por supuesto, de los
grandes temas universales de la novela” (p. 15)., reconociendo así su carácter
omnívoro y su multiplicidad literaria.
No
obstante, su análisis no se limita a establecer que es un género literario que
posee características de otros, ya que sirviéndose de las aproximaciones de los
investigadores españoles Irene Andres-Suárez y Fernando Valls, apuesta por una
definición de microrrelato, indicando que es un: “Texto breve en prosa de
naturaleza narrativa y ficcional que, usando un lenguaje escueto y preciso, se
sirve de la elipsis para contar una historia sorprendente a un lector activo”
(p. 19), reconociendo así la dualidad participativa que exige este género
literario, que se traduce en la relación íntima entre el narrador y su lector,
quien deberá completar los universos paralelos de cada microrrelato.
Pero
no se asusten, una parte del libro que presentamos es teórica y la otra es
práctica. Así, el propósito de Ginés Cutillas es dilucidar las incógnitas que
se presentan cuando un lector común aborda textos extremadamente brevísimos
para desarrollar una historia; acaso es el libro que todo teórico quiso
escribir, pues no se limita a señalar las características del microrrelato, ya
que acierta al momento de brindar consejos a sus lectores para animarlos a
escribir estos textos que a todos nos cautivan.
En
efecto, Lo bueno, si breve, etc.,
constituye un libro sustancial para aquel lector que sienta que la brevedad
narrativa empieza a ingresar en su universo libresco, pues le ayudará a conocer
su desarrollo histórico, sus características principales y, seguramente, le
animará en un futuro no lejano a escribir un microrrelato.
Para
ello, su autor analiza los decálogos para escritores ideados por García
Márquez, Horacio Quiroga, Augusto Monterroso, y Andrés Neuman, aprovechando las
pautas que pueden ser aplicadas al microrrelato, con la finalidad de escribir
uno de calidad.
Pero
todo este trabajo de análisis e investigación histórica logra su cúspide cuando
nuestro autor, en la parte práctica de este libro, plantea su “Decálogo del
perfecto microrrelatista”, señalando que: I) Antes de escribir, se debe leer de
todo; II) No se debe escribir nada que
no aporte nada nuevo; III) Se debe elegir con sumo cuidado cada palabra; IV) En
la primera frase te juegas al lector; V) El título debe formar parte de la
historia; VI) Una imagen vale más que mil palabras; VII) La elipsis es la
reina; VIII) Se debe partir de situaciones y personajes conocidos; IX) Se debe
aplicar todo el conocimiento literario que se tenga; y, X) Se debe golpear sin
piedad en el punto final. Al respecto, debemos advertir que a diferencia de los
tradicionales decálogos para escritores, donde cada frase es considerada una
sentencia incuestionable, Ginés Cutillas desarrolla cada uno de los puntos
antes mencionados, presentando ejemplos de su poética y compartiendo con el
lector su experiencia en estas lides narrativas.
Finalmente,
el libro que nos ocupa presenta una extensa, detallada y minuciosa bibliografía
de los textos de microrrelatos publicados en ambos lados aquel charco llamado
Atlántico, desde el año 1888, con la publicación de Azul de Rubén Darío hasta nuestros días.
En
consecuencia, después de leer Lo bueno,
si breve, etc. de Ginés Cutillas, usted tiene dos opciones: la primera,
compartir con sus familiares, amigos y colegas este libro para que comprendan
qué texto están abordando cuando de un microrrelato se trata; y, la segunda,
esconder el libro, leerlo religiosamente todos días siguiendo cada una de las
pautas establecidas en su decálogo y, finalmente, escribir un microrrelato. Yo,
egoístamente, elegí esta última opción. ¿Usted cuál elige?
Excelente reseña.
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